El Farfas

Fernando Pastor
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Fue detenido y llevado en un camión con otros muchos, pero logró escapar

El Farfas

Fortunato Fernández Sanz, de Esguevillas de Esgueva, era conocido como El Farfas. 

En la guerra estuvo perseguido por sus ideas izquierdistas. Fue detenido y le llevaban en un camión, junto con otros muchos, pero se escapó. Grupos de falangistas hicieron batidas en su búsqueda con caballos, pero ni estos ni las autoridades franquistas daban con su paradero. Oficialmente estaba «en paradero desconocido».

Vivía en una casa molinera a las afueras del pueblo, donde predominaban naves y paneras, pero allí nunca lo encontraban. Excavó un túnel debajo de su casa, ocultando la entrada con una pared hecha de adobes con la propia tierra extraída y poniendo un armario. 

Cada madrugada salía por el túnel hacia el monte, pasando el día debajo de las morenas, en los colmenares, entre los rosales, escondido por el río Esgueva… y si veía que se acercaba alguien trepaba a los árboles con gran agilidad, de forma que nunca era sorprendido. Al anochecer volvía a casa y si se veía a alguna persona se escondía en la cueva excavada e incluso si sospechaba mucho volvía a salir hacia el monte. Así estuvo años.

Hay quien afirma que el túnel pasaba por debajo del Ayuntamiento, lo que le permitía escuchar lo que se hablaba en los plenos.

Es lógico pensar que algún vecino le hubiera visto alguna vez (el propio alcalde vivía enfrente) y habría guardado silencio. Algunos niños del pueblo iban a casa del Farfas a jugar con los hijos de éste, y señalando la tapia les decían «esto suena a hueco, aquí está tu padre, está escondido».

Con frecuencia su mujer era interrogada y su respuesta siempre era la misma: había huido y no sabía nada de él. Pero quedó embarazada, y cuando fue notorio la interrogaron con más ahínco, diciéndole que ahora no podía negar que veía a su marido y sabía dónde estaba.

Pero un vecino salió al quite, quizás a solicitud de ella. Mariano Dueñas, conocido como Mañaño ya que pronunciaba mal y decía así su nombre, asumió la posibilidad de la paternidad de la criatura, no se sabe si por echar un capote y salvar al Farfas o por presumir falsamente de haber tenido relaciones con esa mujer. O por ambos motivos. 

Mañaño era un hombre ya mayor, soltero, amigo de la familia, por lo que los interrogadores no acababan de creerlo e intensificaron la vigilancia.

Con el paso del tiempo El Farfas se iba sintiendo cada vez más agobiado por la situación, y pensó en salir y entregarse. No estaba acusado de delitos de sangre, por lo que pensaba que las consecuencias no serían peores que estar toda la vida escondido.

Los acontecimientos precipitaron el desenlace: su mujer tenía en la misma casa un kiosko de chuches que le requería ir de vez en cuando a Valladolid con un burro y un carro a comprar mercancías. Uno de esos días, pese a conocerse en el pueblo que la mujer estaba en Valladolid y que era imposible que hubiera regresado ya que el viaje ida y vuelta en burro suponía muchas horas, en el pueblo apreciaron que salía humo de la chimenea: había alguien en casa.

Entraron en la vivienda, vieron la trampilla que daba a la cueva, bajaron y le encontraron. Quizás encendió la chimenea para propiciar esa intención de entregarse.

Quedó detenido y pasó algunos meses en la cárcel, pero salió porque no había contra él acusaciones de peso.

Logró trabajar de electricista, que era su oficio, muriendo al poco tiempo electrocutado en un accidente laboral muy sospechoso de ser provocado por alguien que no le aceptó su pasado en la guerra. Cuando arreglaba una instalación se contactaron los plomos y cayó fulminado.

ARCHIVADO EN: Río Esgueva, Valladolid