Resiliencia contra oscuridad

Charo Barrios
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Lucía Etxebarria denuncia en 'Selene y los cuatro elementos' la desprotección de miles de niñas víctimas de redes de trata

La escritora recibió el Premio Nadal en 1998. Foto de archivo. - Foto: EFE/ Manuel Bruque

La escritora valenciana Lucía Etxebarria sabe que Selene y los cuatro elementos es más que una novela. «La trama de fondo es la de una red de trata que trafica con menores desde el NarcoSur, es decir, desde las redes que tienen foco en México y que desde allí se van extendiendo a otros países. Más concretamente desde Argentina, hacia España».

Ha estudiado el tema a fondo, sabe mucho de esa macrotrama de tráfico de efedrina y mujeres que copó todos los diarios en la Argentina kirchnerista, dividida en muchas microtramas, una de ellas la que narra en esta obra en la que se cruzan dos mundos.

Uno de muchísimo glamur y dinero, en el que se mueven Fausto y Camino en Argentina; y Mar, Gaia, Fulvia y Haizea en Madrid. Mundos de quitaojeras de 200 euros, cenas de 500 y bolsos de 3.000. El otro, desde el que vienen Celeste e Inés, de familias disfuncionales, exclusión social, chicas captadas para convertirse en carne fresca de quien puede pagarla: 3.000 dólares por una virgen.

«Cuando escuchamos hablar de las menores tuteladas que han acabado en redes de trata nos parece que esto no nos va a pasar a nosotros, ni a nuestras hijas». Lo dice, y menciona el caso de la red desarticulada en Madrid, que no es una excepción sino, quizá, la regla, porque en muchas ciudades españolas se repite el mismo fenómeno, niñas de 13 o 14 años captadas a través de redes. Engañadas por una captadora, otra chica muy joven, la encargada de proporcionarles confianza y contarles que ella ha conseguido mucho dinero «trabajando» en eso.

Niñas a las que enganchan desde muy jóvenes para que su dependencia las mantenga calladas y esclavas. Niñas por las que los clientes pagan mucho. Niñas que no ven un céntimo de ese dinero, porque les pagan con droga. Niñas que en cuanto tengan 18 años entrarán en un club. Que cuando tengan 25 descubrirán que no tienen vida laboral ni estudios ni se saben relacionar. Niñas que a los 25 años serán mujeres con graves problemas: aislamiento social, dolor crónico, abuso de sustancias, auto desvalorización, estrés postraumático.

«Recuerdo cuando en el programa en el que yo trabajo hablaban de unas menores que se prostituían a cambio de bolsos. No estaban tuteladas ni provenían de la exclusión social. Por eso, el periodista que estaba a mi lado culpó a las niñas: decía que ellas sabían lo que hacían, que sabían dónde se metían. Pero no. Son niñas, son víctimas, son incapaces de calibrar las consecuencias de lo que les ocurre… Y no, todas proceden de entornos sociales desfavorecidos», subraya Etxebarria, que subraya que nadie puede llamarse a engaño, ni decirse sorprendido: «Somos el primer país de Europa en consumo de prostitución. El tercero del mundo. Los clientes demandan mujeres cada vez más jóvenes. Y seguimos mirando hacia otro lado y diciendo que no nos importa».

Nikki Minaj

De ahí la obra, en la que relata cómo una de esas niñas se hace mayor y consigue salir de la red y se hace famosa. No es un caso tan raro. «Natacha Jaitt también saltó desde una red de trata a los platós de televisión, Nikki Minaj era stripper y hoy es una de las mujeres más ricas del mundo», señala la Premio Nadal 1998.  

Esta chica se convierte en modelo e influencer. Y desde una editorial le proponen lo que les proponen a tantas influencers: que escriba un libro. Y es ese libro el que desencadena una persecución, una trama del escondite, un doble juego de venganzas en el que se ven implicadas otras mujeres, las que la quieren o trabajan con ella.

«Mi novela habla de mentiras. Las mentiras del mundo editorial, cuando se publican libros que en realidad no han escrito quienes los firman. Las mentiras de las actrices españolas, obligadas a mentir en un mundo extremadamente competitivo, que solo quiere carne fresca y joven. Las mentiras del mundo influencer, en el que hay que venderte una vida de purpurina y brilli brilli y que muchas veces esconde una trastienda mucho más sórdida», denuncia. Y en apoyo de esta última tesis cita los casos de Dulceida, Tamara Gorro o Laura Escanes, que tuvieron que abandonar las redes por ansiedad, o el de Celia Fuentes, cuya vida real nada tenía que ver con la maravillosa existencia que lucía en internet, tal y como se vio cuando se suicidó.

«Como la novela trata temas sórdidos he intentado compensar con una trama dinámica, en la que hay continuos cliffhangers y vueltas de tuerca, con un lenguaje poético y con mucho sentido del humor». Y, sobre todo, con un mensaje de resiliencia y esperanza. 

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