Jesús Mateo Pinilla

Para bien y para mal

Jesús Mateo Pinilla


Atocha

08/03/2022

Cambiar de nombre a una calle debía ser difícil y el de una estación de ferrocarril aún más, pero con un nuevo régimen va en la voluntad. Ahora a la Estación de tren de Atocha la quieren llamar Estación de Almudena Grandes, contra quien no tengo absolutamente nada como escritora.
Las estaciones de Paso, en Palencia: Cabezón, Corcos, Cubillas, Venta de Baños, eran rosario de memoria y tiene como título la escritora una de sus novelas. 
Las estaciones de término o finales, se llamaban según el lugar de asiento. En Roma la Termini, ambiente de las películas de Vittorio de Sica, era punto final de trenes y pasiones. En sus alrededores algunas mujeres se vendían de forma escandalosa en voces e imágenes. Encontrar hotel por allí era despejar el sueño toda una noche.   
La del Norte, en Madrid, luego Príncipe Pío, era final de las rutas del frío norte, entre otras las de Palencia. Luego se modificó con la llegada a Chamartín, en el barrio de idéntico nombre. Zona de expansión a partir de Los Cuatro Caminos. 
Los trenes de la zona sur partían de la estación de Atocha, porque se construyó en un atochar, tierras de plantación de esparto, la gramínea de los espartizales. Pío Baroja lo cuenta en sus estampas de Madrid. Pero también Estrabón, Plinio o, más tardíamente, Nebrija, Tirso o Lope de Vega y la pluma de Pedro de Répide. 
La planta de esparto era prieta, como cochinos amontonados y sus fibras se empleaban para desengrasar y lavar los cacharros con arena, fabricar sogas, suelas de zapatillas de calentar nalgas a respondones o voluntarias, esteras, esportones, hábitos de redención y sujeción de escayolas al techo firme. Las polleras eran cestas de esparto para el transporte de dos o tres gallos con vida, de forma abombada y por eso a las faldas hinchadas desde las caderas también se las llamó polleras. 
La raíz del nombre es popular, desde allí vendían arrobas en fardos los atocheros y sobre todo, como dice acertadamente Ayuso, la Virgen de Atocha cuentan que se halló en esas tierras.
Todo hace que el cambio de nombre asimilado por la ciudadanía, sin connotaciones políticas, de Atocha en Almudena Grandes, sea un absurdo ideológico.