Alergias sin límite de edad

Lucía Toribio
-

Las personas que sufren rechazo al polen pasan su peor temporada durante la primavera, aunque la estación estivaltampoco es la mejor. Por otra parte, el sol es uno de los causantes de las reacciones más severas

La alergóloga Susana Cabrerizo en su consulta del hospital Río Carrión. - Foto: Juan Mellado

Aunque la primavera sea la estación por excelencia para las alergias, el verano tampoco se libra. En cuanto a la alergia ambiental, los pólenes siguen siendo los principales responsables. También, las esporas de un género de hongos llamado alternaria pueden dar problemas en verano.

El resto de problemas alérgicos como los alimenticios o farmacológicos están presentes durante todos los meses del año. Además, hay que tener cuidado con el sol, ya que este puede provocar sarpullidos con picazón en la piel o afecciones más graves.

Por otro lado, los ácaros están presentes durante todo el año. Sin embargo, es cierto que la patología alérgica prevalece más en primavera y en otoño, no tanto en verano debido a que el clima es más seco. Así pues, acuden a la consulta las mismas personas en verano que en el resto de estaciones porque las visitas son programadas. «Normalmente los problemas alérgicos se agrupan en familias, sobre todo los ambientales o los alimenticios», señala Susana Cabrerizo, alergóloga del Complejo Asistencial Universitario de Palencia (Caupa).

A su vez,  la especialista concreta que si hay un paciente con alergia, en su entorno familiar se dan más casos. «Sin embargo, no se sabe si existe un componente genético o es debido a que se da una gran prevalencia. Es lo mismo que ocurre con la miopía, en todas las familias hay personas con esta patología», señala Cabrerizo.

«Es difícil establecer que sea una relación causal por genética. Luego hay otras como las alergias de contacto o las medicamentosas que no tienen relación entre miembros de la misma familia», declara.

La reacción alérgica consiste en la percepción de nuestro organismo como nociva de una sustancia que no lo es. Este contacto pone en marcha una respuesta inmunológica exagerada que se manifiesta en diversos órganos del cuerpo.

El alérgeno puede entrar en contacto con el cuerpo de varias formas: inhalado por la nariz o la boca, ingerido (alimentos o ciertos fármacos), inyectado (medicamentos o picaduras de insectos) o por contacto con la piel, provocando dermatitis.

Síntomas. La nariz y los ojos continúan siendo las partes del cuerpo más afectadas, desencadenando síntomas de conjuntivitis o incluso de asma. En cuanto a las alergias a fármacos o alimentos, suelen ser cuadros cutáneos, pero también los hay más graves como las anafilaxias, es decir, reacciones alérgicas que afectan a todo el organismo y se instauran a los pocos minutos de haber estado expuesto al alérgeno.Estas pueden acabar incluso en la muerte, como pasa muchas veces por las picaduras de abejas y de avispas, cuyas reacciones suelen ser bastante severas.

«No existe ningún límite de edad para identificarlas, por ejemplo, cuando se trata de alergias a las proteínas de la leche de vaca se diagnostican cuando eres un bebé» indica, pero añade que cuando son a fármacos, se pueden dar  a cualquier edad. Las pruebas pueden darse desde muy niño hasta más mayor.

Aún así, los consejos por parte de los especialistas se siguen manteniendo. «Cualquier persona alérgica debe acudir a su médico de atención primaria y será él quien decida hacia dónde tiene que derivar el tratamiento. Pero, si se trata de una patología inminente tendrá que acudir a urgencias inmediatamente», expone Cabrerizo.

La alergóloga explica que «a pesar de haber muchos tratamientos, son ellos los que tienen que valorar cada tipo de alergia y ajustar eltratamiento a cada persona ya que puede ir desde una crema hasta un comprimido o una vacuna». 

Según el historial clínico del paciente, los médicos enfocan el problema y toman una decisión, «no se puede generalizar que con una pastilla se soluciona, hay que hacer las cosas bien».

La realidad es que el cambio climático ha influido en las diferentes estaciones del año, aunque, la doctora Cabrerizo concreta al respecto que «no hay un claro desencadenante y, por lo tanto, no hemos visto ninguna diferencia especial, sin embargo, la prevalencia sigue en aumento».