El teléfono móvil es uno de los regalos deseados cada navidad, más si cabe entre los jóvenes. En una sociedad cada vez más hiperconectada, las tecnologías amplían el conocimiento y ayudan en el día a día de la vida de la gente. Pero lo que en origen era algo positivo con un sinfín de oportunidades, se está convirtiendo en un problema latente a raíz del mal uso que se le da habitualmente, si bien en un gran número de casos la gente no lo percibe como una cuestión problemática. «El 88% de los jóvenes, usuarios de las redes sociales, no es consciente del uso abusivo y del daño que puede provocar en la salud mental», destaca Cristina Martínez, psicóloga de la Asociación de Salud Mental Palencia. «La gente está viendo muy normal estar 5, 6 o 7 horas con el teléfono, porque lo tenemos en el día a día, pero nos cuesta encontrarlo como si fuese algo negativo», afirma Héctor Alonso, responsable de seguridad en la compañía Disashop.
Aunque cualquier persona puede llegar a tener adicción a la tecnología si no hace un uso responsable de la misma, los niños y adolescentes son los más susceptibles de sufrir este problema. «El uso del móvil se convierte de disfrute en necesidad cuando imposibilita el día a día, cuando interfiere en tu vida y lo necesitas para llevar a cabo una vida normal. Además se produce mucha ansiedad e irritabilidad cuando no tienes el dispositivo cerca y afecta al nivel de socialización», comenta Martínez, para señalar que a raíz de la pandemia han aumentado los padres que se quejan de que sus hijos están mucho tiempo con los dispositivos. En muchos casos, como admite la psicóloga, la adicción al móvil forma parte de un círculo más grande, es decir, «tienen otras problemáticas en su vida y el consumo de tecnología es una manera de gestionarse y salir del malestar».
Aparte de actuar como refugio, el uso del móvil, y más en concreto de las redes sociales, sigue el mismo patrón que cualquier otro tipo de adicción. «Las pantallas o aplicaciones están diseñadas de tal manera que generen endorfinas en el cuerpo. Esto incita el deseo de consumir más. Por este motivo, no se puede quitar una adicción sin tener una alternativa que genere bienestar», explica Martínez.
SENTIDO COMÚN
La solución, como apunta Martínez, no es ir contra la tecnología. «Se tiende a demonizar las redes sociales y la utilización de las mismas. Lo que hay que hacer es educar más que restringir». En el mismo sentido se manifiesta Alonso, quien considera necesario actuar como en el mundo real en todo momento. «No creo que el límite deba ser regalar o no un móvil a un menor, sino el sentido común de los padres o familiares que regalan ese teléfono. Muchas veces ese sentido común se pierde dejándose llevar por la sociedad», asegura. «No creo que haya mucha lógica en que a esas edades tengan un smartphone con acceso a todas las aplicaciones porque lo va a tener de manera descontrolada si no hay esos controles parentales. Legalmente en el 90% de las redes sociales antes de los 14 años no se puede estar presente salvo autorizacion paterna», subraya Alonso.
Una de las cuestiones acerca del uso de la tecnología es la del control del tiempo para que no les cree esa dependencia. «Los jóvenes consumen Internet con una frecuencia reconocida de uso mayor a cinco horas diarias en el 85% de los casos. No se trata de establecer un número concreto de horas, sino de que el uso no debe imposibilitar el día a día ni poder comunicarse con el entorno», arguye Martínez.
Si se tiene la intención de controlar su tiempo de utilización, existe un gran número de herramientas. «Hay tanto aplicaciones como funciones dentro del teléfono de control parental en las que podemos establecer un tiempo de uso al día y que el niño incluso aprenda a autogestionarse ese tiempo. Del mismo modo en las videoconsolas y ordenadores», aclara Héctor Alonso.
SEGURIDAD
Al empezar a utilizar los dispositivos móviles a edades tan tempranas hay una baja percepción de seguridad. «Los menores no tienen la madurez para percibir el riesgo que tiene la tecnología y ven a esta como algo normal o algo que tienen controlado. A ello se añade la falta de percepción de seguridad por parte de los padres, que lo consideran una herramienta más y que está cada vez más normalizada. Ellos tampoco tienen esa conciencia de seguridad que les haga ver esos riesgos», indica Alonso.
Con el objetivo de tener un mayor cuidado en la utilización del móvil, Alonso considera que las cuestiones de ciberseguridad se deberían tratar dentro de las franjas legales de uso de las redes sociales, que es lo que más usan los jóvenes de las tecnologías. «Si es a partir de los 14 años, empezar antes, sobre los 11 o 12 años, a irles mostrando los riesgos a los que se van a exponer en un futuro en las redes sociales. Antes deberían saber manejar un dispositivo de una manera segura o consciente», asegura Alonso. «No está mal que les concienciemos antes y ellos sepan los riesgos que hay, pero al mismo tiempo es como intentar que quieran o se vean capaces de acceder a esos contenidos cuando legalmente no debería ser así», añade.