Editorial

Meloni, del populismo para ganar al pragmatismo para gobernar

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La sociedad italiana ha sido la primera tras la Segunda Guerra Mundial, entre las principales potencias económicas de Europa, que ha confiado las riendas de su nación a la ultraderecha. Este mandato popular, que se daba por descontado en las instituciones europeas desde hace semanas, se convierte en el punto de partida de un nuevo tiempo en la Europa de los 27, dado que la futura líder del Gobierno italiano, Giorgia Meloni, preconiza un discurso antagónico al que practican la mayoría de socios de la Unión en buena parte de las políticas comunes de la UE. Si el pueblo italiano ha cometido un error otorgando el poder a quien defiende posiciones a las que Europa lleva años haciendo frente se verá en poco tiempo. Sin embargo, pese a sus mensajes ultraderechistas -derecha dura es hoy un eufemismo inservible para quien ha reivindicado la figura de Mussolini-, el futuro Gobierno de Italia merece los cien días de cortesía y, sobre todo, la sociedad italiana el respeto a su decisión soberana. 

Los resultados del domingo obligan a algunas reflexiones desde la primera fila política europea. El principal punto de análisis al que están obligados es a desentrañar el porqué de la victoria de esta candidata gracias al voto de la cuarta parte de una sociedad moderna como la italiana. Porque aunque no se trata de un fenómeno nuevo, sí es la primera vez que va a encabezar el gobierno de una gran potencia. Hasta ahora, en Francia se habían podido abortar todos los intentos de Le Pen por alcanzar el poder, aunque ya lo han logrado en otros países como Polonia y Hungría, lanzados al populismo. Meloni, que ha recibido la felicitación de la líder francesa y del español Santiago Abascal -para el líder de Vox, la italiana ha enseñado a Europa el camino a seguir- hizo ayer una declaración obligada en un momento como el que vivió: prometió gobernar para todos, un principio democrática imprescindible para cualquier gobernante y que no debería ser siquiera motivo destacable. 

La coalición vencedora en las urnas también está participada por otras formaciones de la derecha italiana que, por su experiencia, deberían jugar en pos de la cohesión y de cierto grado de pragmatismo, por mucho que en algunos de sus postulados coincidan con los del partido ganador de las elecciones. Conocen perfectamente qué es Europa y más allá de las discrepancias en temas delicados son conscientes de que una UE fuerte les favorece y una UE débil les perjudica, más aún en el contexto actual. El riesgo radica, precisamente, en que el ecosistema social actual, el del descontento, es el idóneo para este tipo de formaciones que viven del populismo. 

En cien días, o menos, se verá.