Ilia Galán

Ilia Galán


Vuelven los festejos

29/08/2022

Las fiestas saltan con los jóvenes, hartos de encierros por el coronavirus, hartos de panoramas horrendos que hablan de tristes cancerberos, pues el horizonte que proyectamos al futuro no es el más bueno. Las generaciones que los precedieron pudieron mirar con esperanza y deseos de algo más perfecto, de un mundo que pensaba en muchas cuestiones creyendo en el progreso, económico, social, político... Ahora el mundo es más inmundo e imperfecto que lo que nos dijeron en otros tiempos pues aires agoreros hablan de cambios climáticos horrendos, hirviendo en verano, helando con radicales inviernos; un infierno, más la guerra mundial amenazante, asomando el maléfico morro a nuestras puertas, los precios por las nubes, los salarios minimizados... Contaminados paisajes, políticos especialmente ineptos; el cuidado económico de una gran cantidad de abuelos y sin niños que sustituyan a los que murieron...
Por eso, que se celebre a San Antolín o a cualquier otro santo en estos tiempos de recogida, después de las cosechas, ya con la vendimia, es natural y propicio para relajar nuestros maleficios... «Hoy comamos y bebamos y cantemos y holguemos que mañana ayunaremos», decía una canción nuestra del Renacimiento, de Juan de la Encina... Y se repite el estribillo, diciendo luego: «Honremos a tan buen santo», para que nos socorra cuando lleguen los tiempos hambrientos... Tengamos entonces buenos modelos, que la vida es un momento. Pero, mientras tanto, celebremos, bailemos unidos los buenos encuentros para que al menos la alegría fluya alrededor y dentro. También Jesús de Nazaret bailaba y bebía y convirtió las aguas en vino para que la fiesta continuara, movido a ello por su madre, Santa María del buen festejo. La fiesta es buena, con cierto control, con algunas cautelas... Ya pensaremos, cuando pase, en los graneros henchidos para pasar el invierno o los tiempos inciertos. Con un horizonte de pesimismo no podemos apenas movernos. La esperanza es clave: santos y fiestas veraniegas que al final de la cosecha nos esperan nos la recuerdan. Es menester limpiarnos los ojos: el mundo no se reduce a lo que vemos.