Editorial

25-N, uno de esos días que habría que luchar por eliminar de las agendas

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Desde que se contabilizan las víctimas, en la provincia ha habido cuatro fallecidas

Está bien que la gente salga a la calle, que las instituciones políticas, económicas y sociales, las administraciones públicas, los estamentos educativos, las plataformas reivindicativas, los vecinos, los estudiantes, los delegados sindicales, los creadores, los mayores y los jóvenes, denuncien una lacra que deja mujeres heridas y muertas, que no se toma ningún descanso y que parece no agotar su capacidad de hacer daño. 

Hay que hacer patente la violencia de género, gritar contra ella, solidarizarse con las víctimas, ampliar y fortalecer la red de apoyos y cerrar, al mismo tiempo, el foco sobre los agresores. Es necesario y ojalá estas movilizaciones surtan alguna clase de efecto. Cierto es que a veces sorprende que haya demasiadas convocatorias en torno a la misma, algunas coincidentes incluso en horarios, cuando parecería más lógico que se optara por la vieja máxima de que la unión hace la fuerza o por la unidad de acción para ser más concretos, aunque también es verdad que no todos los mensajes que se explicitan son idénticos y en materias tan sensibles como esta, a veces los matices se acercan peligrosamente a la disensión y el desacuerdo. 

Eso por no hablar de los negacionistas y de los indiferentes, de aquellos que todavía piensan que es la forma de vestir o el acudir sola al cine o al bar lo que incita a la violencia y la agresión sexual o de quienes -desgraciadamente es el caso de un considerable procentaje de adolescentes y jóvenes- que no consideran machismo ni acoso controlar los teléfonos móviles de sus novias o plantearles según qué exigencias.

Así que, aún echando de menos cierto consenso y unas voces más unánimes y pese a desear en lo más profundo que fechas como la del 25 de noviembre no tengan que marcarse en las agendas porque haya desaparecido la lacra de la violencia contra las mujeres, no queda otra que sumarse a la condena. 

Porque desde que se contabilizan las víctimas de esa violencia de género, nuestra provincia suma cuatro fallecidas, la última el pasado septiembre; porque cada año que pasa aumentan las denuncias en ese sentido, pasando de las 137 del primer semestre de 2021 a las 185 de los seis primeros meses de 2022; porque también se incrementan en Palencia las solicitudes de órdenes de protección; porque en el once por ciento de los casos el maltratador ha sido el cónyuge y porque treinta y siete mujeres se ven obligadas a tener que disponer de protección las veinticuatro horas del día para no ser de nuevo víctimas. Cuando todos esos datos se reduzcan sensiblemente, cuando el miedo de muchas dé paso a la tranquilidad y cuando el entorno social rechace el más mínimo atisbo de violencia de género, entonces quizá podamos prescindir de un 25-N teñido de color morado.