Dionisio Lamas Muñoz

Tribunal Libre

Dionisio Lamas Muñoz


Ética humana

24/02/2023

La conducta humana frente a sus semejantes se asiste de la ética con el fin de conformar un estilo de ser y de vivir ante el mundo social que le rodea. Por ello, la convivencia se hace sostenible merced: a la ética del respeto total; a la ética de la civilidad social y ambiental; a la ética de la madurez psicológica global; a la ética de la tolerancia de lo injustificable; a la ética del diálogo con las gentes y con los pueblo, todo ello, frente a la violencia verbal o física de un mundo sumido en la intransigencia absoluta.
La ética pule el comportamiento altanero del individuo, doblega el ceño de su soberbia innata desde que tiene uso de razón e impide la inconsciencia de los hechos arbitrarios que originan sufrimiento a los demás, haciendo tomar conciencia de la culpa y del error.
La ética hace ser conscientes y coherentes al hombre y a la mujer de sus actos y de sus palabras, siempre desde los principios morales cristianos y humanistas pragmáticos y realistas, los cuales rigen los tiempos desde los albores de la humanidad pacífica que el Hijo de Dios refirió en el Sermón de la Montaña.
La ética positiva siempre es favorable a la justicia, a la buena fe, al razonamiento y al entendimiento, ello en cualquier tiempo y lugar, y hace crecer al individuo como ser culto y modera o atempera sus impulsos bárbaros y sus desafueros ingobernables.
La ética negativa, sin embargo, hunde a la persona en el desorden individual y en la desventura social, la arroja a los antros de la expulsión social, ello por su negativa constante a aceptar las normas de convivencia y su vulneración permanente; la ética negativa sume al ser humano en la ignorancia porque su conducta desafortunada no responde al más pequeño rasgo de generosidad social, siendo su actitud reprobada y contestada de forma persistente.
La ética tiene que conducir al ser humano a los pensamientos volitivos, al racionalismo en su sentido justo, al voluntarismo espiritual, capaz de abolir todo indicio de maldad y transformarla en bondad, bienestar y felicidad. Desde la ética, la persona tiene que saber controlar sus impulsos inmorales y misántropos para convertirlos en actos y hechos dignos de elogio, mención y reconocimiento.

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