Antonio Álamo

Antonio Álamo


Guitarras

30/09/2021

Hace tres meses una de las más afamadas empresas de instrumentos musicales, Gibson Brands, daba a conocer su más reciente cuenta de resultados y anunció enormes beneficios. Rompía así una trayectoria descendente, plagada de pérdidas económicas de tal tamaño que hicieron pensar en su desaparición. Llegó a estar en bancarrota. La solución que adoptaron los dueños fue contratar a un nuevo director, James Curleigh, quien en un breve espacio de tiempo la devolvió al lugar preferente que ocupaba como fabricante mundial de guitarras. Lo que hizo hoy podría parecer desfasado.
En primer lugar simplificó la gama de instrumentos, en lo que a simple vista se considera un error desde el instante en que en el mundo empresarial la costumbre  que suele aplicarse es la contraria, ofreciendo diferentes opciones del mismo producto. Y luego, como complemento, apostó por una solución que en una empresa de tal magnitud parece estúpida e impropia de quien la dirige y mueve cientos de millones. Él lo resumió así: «Volvimos al proceso artesanal y a los controles exhaustivos». Acertó.
Una guitarra, eléctrica o acústica, es fruto de un trabajo minucioso y delicado en el que intervienen personas y materiales como maderas, colas y barnices… por citar algunos. La belleza que quizá desprenda desde un escaparate o el sonido que ofrezca gracias a quien desliza sus dedos por ella no serían más que dos de los resultados de una labor que puede realizarse en una cadena de montaje aunque no resulta aconsejable.
Viendo las largas conexiones televisivas sobre la erupción volcánica en la isla de La Palma queda la sensación de que más que un proceso informativo artesanal lo que se presencia es algo más cercano a un espectáculo no muy bien estructurado. Es muy interesante conocer el avance diario de la lava y todavía mucho más, por ejemplo, la opinión de vulcanólogos, pero quizá también podrían caber breves descripciones didácticas sobre la tectónica de placas o la formación de la isla, entre otros detalles. Los responsables de las cadenas deberían saber que no hace falta colocar a un periodista con botas de agua hasta el ombligo junto a una inundación para saber eso, que hay una inundación. Que ya lo vemos, por Dios, que ya lo vemos.

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