Jesús Mateo Pinilla

Para bien y para mal

Jesús Mateo Pinilla


Satanismo

31/08/2021

Un amigo mío, buen anticuario, me pide que le acompañe a un pueblo de Valladolid para ver una imagen en una urna. La había donado a una hermana un alto cargo ministerial. La regala porque no quiere que siga estando en su casa, las circunstancias actuales han cambiado y le molestaría que encuentren en ella el menor atisbo de fe o creencias. Puede peligrar su buena fama progresista.
El progresismo no tiene su raíz en Marx, sino en una profundización equivocada del liberalismo, en el ‘haz lo que desees’ del satanista de magia negra Aleister Crowley, incluso matando al que se oponga. Se enraíza en Virginia Woolf, feminista, que pertenece al grupo Bloomsbury con Keynes, Russel y Wittgenstein y se proclama contra la exclusividad sexual; para terminar, suicidándose por ahogamiento, llenándose los bolsos de piedras. También tiene origen en el novelista William Burroughs, homosexual, consumidor de heroína y que escribe Cartas de la ayahuasca. Él es quien mata a su esposa y pregona que «todo está permitido». 
En estas fuentes bebe la rusa Ayn Rand, autora de la novela El Manantial, llevada al cine por Gary Cooper y Patricia Neal en los años 50. De ella, de Ayn, dice Anton Lavey, el estadounidense fundador de la iglesia de Satán, satanista mundialmente reconocido, copia literalmente su filosofía para la práctica de su doctrina y solamente añade rituales para algunas ceremonias. Para Ayn Rand y Lavey los personajes libertarios y el satanismo están estrechamente ligados.
El comunismo pregona que para  triunfar es mejor «un mundo por conquistar desmoralizado», habiendo sufrido la extirpación de la religiosidad en su vida cotidiana. Gramsci, el marxista revolucionario de pobres contra ricos, rompe las estructuras y Simone de Beauvoir apoya un feminismo basado en la disolución de la familia natural.  
Los encuentros sexuales sin límites, el homosexualismo, la ruptura de la clásica familia, el uso de drogas y el satanismo, son contrarios a la imagen de la hornacina y muchos políticos actuales rechazan la imagen, no cabe en su relato, ni en su ideario político. Menos mal que mi amigo el anticuario rescató el icono.