Ilia Galán

Ilia Galán


Volvió el Corpus

20/06/2022


Curiosa y fascinante es la tradición que en nuestras tierras, con nuestra peculiar forma de vivir el catolicismo, emerge cada año. Aunque ya llevábamos tiempo esperándola, ya que la pandemia nos ha desbordado en estos tiempos de muerte y tanto desconsuelo. Volvieron las procesiones de Semana Santa y volvió el Corpus, y en mi tierra materna, Carrión de los Condes, volvió el suelo a llenarse de pétalos de flores y dibujos múltiples que cortejan el paso del Nazareno, pues no es otro quien va dentro de la forma que el ostensorio muestra en manos del sacerdote o sobre un precioso carro. El rito cristiano está centrado en un sacrificio que es el modelo del amor, darse y menguar uno para acrecentar a los otros. Morir para dar la vida, como el grano de trigo, y expandir copioso fruto. Ese sacrificio, el del Calvario, que se contempló el Viernes Santo, es el de quien no renunció a su misión y se dejó crucificar, torturar y matar, por el bien de todos los demás. Para los creyentes este es un misterio inmenso y transcendente que, sin embargo, a los incrédulos, puede dar también ideas felices. La felicidad no se lograría tanto al recibir, con el egoísmo, ni en desparramarse con placeres varios, sino al dar, al entregarse a los demás. 
Pero el misterio que centra toda liturgia cristiana es el de la reproducción de ese sacrificio, ya de manera incruenta, en cada misa, donde los creyentes afirmamos que eso que parece pan se transforma en Jesús, a quien nos tragamos para ser uno con su Ser y poder ser de otro modo. Canibalismo místico, que se daría en cada Hostia, por medio de la consagración y que a los cristianos reúne en torno a la mesa, pues es una religión centrada en ese banquete, como la Última Cena, donde, aunque se celebra la muerte, se mira hacia la resurrección, a un renacer posible dándose a los que nos rodean. 
Por las calles esta apariencia de pan se pasea, se deja llevar, y Jesús Nazareno es honrado por quienes le aman también en calles y plazas, paseándole, mirando respetuosos su paso, adorándole públicamente. Otros, admiran el arte de nuestros pueblos que se expande en ritos ancestrales.