Siempre le ha gustado la independencia y marcarse su propio camino, sin que le impongan lo que tiene o no tiene que hacer. Y es que desde muy joven ha sabido que solo con el esfuerzo, la honradez y el trabajo bien hecho se llega a alcanzar aquello que se desea. Paula Flora Ruiz Gutiérrez -Flor para todo el mundo- nació en Ontaneda (Cantabria), digamos que hace más de setenta años, pero sin concretar cuántos. 

Su padre era taxista y además tenía vacas y su madre regentaba la taberna de Bárcena de Toranzo, la única que había en la zona y, por eso mismo, el lugar al que iba todo el mundo. Lo significa al fin y al cabo que las cosas le iban bien a la familia, que tenía otros dos hijos mayores que Flor y que más tarde completó la prole con una chica más. Aquella taberna, que habían montando los abuelos maternos, llegó a cumplir 150 años. «Trabajaban mucho y no les iba mal», comenta.

Recuerda Flor Ruiz que su niñez fue un tiempo en el que «llovía mucho», en el que los niños de los pueblos jugaban en la calle y en los que sus hermanos y ella se trasladaban de un lugar a otro en bicicleta. También rememora que tres veces al mes se celebraba feria de ganado en otra localidad, donde su tío tenía una taberna, y que ella iba a ayudar. También lo hacía en la de su madre, de manera que muy pronto se acostumbró a tratar con la gente, además de intuir ya entonces que podía ser una vía de futuro.

A los 15 entró en casa de una modista para aprender y vaya si lo hizo, tanto que con 18 o 20 montó su propio taller de costura. «Por la mañana cosía para el público y por la tarde enseñaba a otras chicas. Llegué a tener quince aprendizas», asevera.

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