ROMUALDO ARRATIA, VIVIR Y MORIR EN LA FIESTA

Fernando Pastor
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Había hecho su vida en la calle, pegado a la fiesta. Y en plena fiesta murió.

ROMUALDO ARRATIA, VIVIR Y MORIR EN LA FIESTA

En Valbuena de Duero vivió y murió Romualdo Arratia. Para vivir ejercía diversas actividades: empedraba trillos, arreglaba bicicletas, pescaba y cazaba para vender… en general hacía cualquier cosa que le surgiera.

Era la generosidad personificada: lo poco que tenía lo repartía. En más de una ocasión si había ido a coger caracoles los llevaba al bar para comerlos entre todos los      presentes.   

Iba a amenizar las fiestas de los pueblos de alrededor. Siempre le acompañaba su inseparable Eusebio Rodríguez El Vigilante (apodo debido a que trabajaba de vigilante en el canal) y a veces se sumaba también Octa.

ROMUALDO ARRATIA, VIVIR Y MORIR EN LA FIESTAROMUALDO ARRATIA, VIVIR Y MORIR EN LA FIESTAEl Vigilante llevaba un acordeón y Octa un tambor, y tocaban. Pero Romualdo iba con una guitarra o una bandurria sin cuerdas, o a lo máximo una sola cuerda. Y es que no se trataba tanto de tocar como de acompañar en la juerga haciendo la parodia. Para divertirse ellos y divertir a los demás.

Iban sin que les llamaran. Por tanto sin contrato y sin cobrar. Solamente solían invitarles a comer o a tomar lo que quisieran, y darles un trozo de queso o de embutido, que Romualdo también llevaba al bar de Valbuena para compartir.  

La fiesta era su vida. La vivía intensamente y participaba de todas las formas posibles.

En una ocasión Eusebio y él prepararon en la plaza un ring de boxeo y simularon un combate entre ellos. En el combate Romualdo se hizo llamar Urtainito (eran los tiempos del famoso púgil José Manuel Ibar Urtain, campeón de Europa de pesos pesados), y Eusebio se hizo llamar El Veloz. Tan singular combate contó incluso con árbitro,  y en el fragor del mismo simulaban que El Veloz caía noqueado. Desde ese día Eusebio añadió un apodo más: además de El Vigilante se le conoció como El Veloz. De hecho, a partir de ese momento a sus hijas se las conoció como las hijas del Veloz.

En otras fiestas, durante las vaquillas, había una vaca vieja y resabiada, que metía los cuernos por las talanqueras y enganchaba a la gente que había dentro. Romualdo se tiró a la plaza aprovechando que la vaca estaba lejos, en el otro lado de la plaza. Pero la vaca estaba tan resabiada que olía el miedo, así que le encaró y se le quedó mirando. Suficiente para que el pánico provocara el desmayo instantáneo de Romualdo, que cayó redondo.

Su talante bromista hizo que cuando los medios de comunicación publicaron el anuncio de que la afamada finca y bodega de Vega Sicilia estaba puesta a la venta, Romualdo y Eusebio se presentaran allí diciendo «hemos leído que se vende». «Pues sí», les respondieron. Y cuando en la oficina esperaban escuchar lo que ofrecían, lo que dijeron fue «pues venimos a decirles que con nosotros no    cuenten».

En unas fiestas de San Roque, fiestas principales de Valbuena de Duero, Romualdo y sus amigos estuvieron tres días tocando y bailando. En pleno baile Romualdo comenzó a sentirse mal y se fue a su casa, que estaba en la misma plaza. Muy mal debía encontrarse para dejar la fiesta, que era su vida. Se tumbó en la cama y quedó muerto. 

Había hecho su vida en la calle, pegado a la fiesta. Y en plena fiesta murió. 

Su espíritu como animador sociocultural de facto en la zona lo heredaron sus hijos. Uno de ellos, Mario, trabaja en espectáculos cómicos. Otro, Alberto, compone, canta y toca la guitarra. A Alberto se le conoce como Chonero porque a raíz de la visita que unos misioneros realizaron a Valbuena cuando alguien le preguntaba qué quería ser de mayor respondía «chonero», queriendo decir misionero.