Los cereales golpean las cabañas ganaderas

Vidal Maté
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Subida media de los precios entre un 30% y un 40%, lo que implica un alto incremento en los costes de producción que se unen a la luz o el gasóleo

Los cereales golpean las cabañas ganaderas

La existencia de una cosecha de cereales estimada, según los datos de Cooperativas Agro-alimentarias, en 24,5 millones de toneladas (que supone la segunda más alta de la historia tras los 27,6 millones de la campaña anterior), no ha sido obstáculo para que los precios de los destinados a pienso en el mercado interior se hayan disparado hasta el momento en una media entre un 30% y 40%, superándose el 70% en el caso del trigo duro. Dentro de las dificultades que supone hacer una previsión sobre el comportamiento a futuro de los mercados, medios de los operadores y de la industria de los piensos estiman que, aunque pueden existir algunas oscilaciones a la baja por los movimientos de los grandes tenedores de cereales en los mercados, la tendencia es el mantenimiento de unos precios elevados y más a la vista de los efectos negativos que han tenido sobre los cultivos la condiciones climáticas de las últimas semanas en Estados Unidos y en otros países americanos.

La subida de los precios de la cebada hoy a una media de 215 euros tonelada, a 230 el trigo blando, a 260 el maíz, a más de 400 el trigo duro, sumados a los casi 500 euros de la soja o los 300 de la colza, sería la respuesta de la producción a una mayor demanda en todos los mercados, y muy especialmente a causa de la posición compradora de todo de China. En el marco comunitario, los datos oficiales apuntaban a una reducción del 21,7% hasta los 286 millones de toneladas y, sobre todo, a una baja calidad en una parte importante de la producción de trigos blandos.

La peor parte en este escenario de los cereales con unos precios récord la están soportando los ganaderos, en una doble dirección. Por un lado, están sufriendo unos incrementos en los costes de producción de entre un 15% y un 20%, especialmente en las cabañas que hacen una mayor utilización en los piensos de la soja y del maíz, como son los casos de la avicultura y del porcino; en el caso de producción del vacuno de leche, ese incremento de los precios de los piensos se traduce en un sobrecoste de entre tres y cuatro céntimos por litro. Por otra parte, los productores sufren la presión de los grupos de la distribución en su batalla de precios a la baja para ganar cuota de mercado. Esta situación, ya normal en esta actividad, es mucho más fuerte en este momento como consecuencia de la crisis económica que ha provocado la pandemia recortando los ingresos en millones de hogares que dan lugar al dominio de ofertas para animar las ventas.

La normativa en vigor sobre la Ley de la Cadena por la que se contempla la obligatoriedad de pagar en origen un precio que cubra cuando menos los costes de producción se ha quedado en papel mojado al no existir, en paralelo, los mecanismos suficientes de control.

España, con una de la cabañas ganaderas más importantes de la Unión Europea, especialmente en el caso del porcino, pero igualmente destacable en la avicultura de huevo y de carne, es uno de los primeros productores de piensos y uno de los principales importadores de materias primas para la alimentación animal. La demanda anual media está entre 37 y 38 millones de toneladas, cifra que se queda muy lejos del volumen de producción interior, que marcó un récord el año pasado con 27 millones de toneladas.

En función de las producciones interiores, las cifras sobre importaciones de cereales, tanto para la alimentación humana como, sobre todo, para atender las necesidades de las cabañas ganaderas, tiene importantes oscilaciones, según campaña. Pero se puede destacar entre siete y nueve millones de toneladas de maíz, más de cinco millones de toneladas de trigos blandos y más de un millón de toneladas de trigos duros. A estas cifras hay que sumar las importaciones de soja, que ascenderían en conjunto, entre granos y tortas, a unos cinco millones de toneladas. Esta fuerte dependencia exterior hace que tradicionalmente los precios en el mercado interior hayan estado fundamentalmente marcados por la situación de las producciones y de los mercados exteriores, en los que juegan un papel importante los movimientos en los mercados de futuros y el peso y los intereses de los grandes operadores multinacionales.

Proteína animal.

Para España, especialmente para las cabañas ganaderas de avicultura y de porcino -con elevadas necesidades de proteína en su dieta alimenticia-, cabría señalar como un paso importante, al menos sobre el papel, la entrada en vigor del reglamento comunitario por el que se va a permitir el empleo de proteínas animales de la avicultura para su introducción en los piensos para el porcino y a su vez, proteínas del porcino para su uso en los piensos para la avicultura. En línea con el objetivo de reducir en alguna medida la gran dependencia de las proteínas de materias primas como la soja, con grandes oscilaciones en los mercados, el Reglamento contempla también la potenciación de las producciones de proteínas a partir de los insectos, si bien se trata de un proceso incipiente a impulsar aconsejado en los últimos tiempos desde la propia FAO. Por contrario, se sigue prohibiendo el empleo de proteínas procedentes del vacuno, medida adoptada en 2001 a raíz de la enfermedad de las vacas locas.

Para que esta medida tenga un impacto real efectivo, es importante que sea asumida por los fabricantes de piensos y que interese de nuevo a las industrias y a los ganaderos el viejo negocio de las producciones de harinas de carne. En esta línea, el nuevo Reglamento contempla la obligatoriedad de que en las fábricas haya una separación de instalaciones dedicadas a la fabricación de piensos y otra solamente para operar con las proteínas animales. Esta exigencia a los fabricantes parece un hándicap para que opten por esta posibilidad, al implicar nuevas inversiones con resultados inciertos, dado que no se conoce cuál será la respuesta de los ganaderos que, en principio, no han mostrado reacciones en positivo a esta medida con el recuerdo de lo sucedido hace dos décadas por el uso de proteínas animales en las vacas y en general en los animales rumiantes.