Mal momento ha elegido el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, para sostener públicamente que España está atravesando por "el peor momento institucional vivido desde la Constitución de 1978". Por cierto, en línea con el expresidente del Gobierno, José María Aznar, que unas horas antes había advertido de que Sánchez abordará un "proceso constituyente si gana las próximas elecciones generales".
El mal momento viene dado por la coincidencia con el feliz aniversario del régimen del 78, que cumple 44 años y nos regala la oportunidad de persistir en el elogio a la Constitución más longeva (algo menos que la de la Restauración, pero sin guerras, sin semanas trágicas, sin analfabetismo, sin miseria, sin la devastadora depresión colectiva del 98, etc), inspiradora a su vez del período más pacífico, más democrático y fecundo de la historia de España.
El festivo recordatorio del hecho fundacional vinculado a esta época de avances en todos los terrenos debería servir para renunciar al clima de enfrentamiento y banalización que contamina el discurrir de la vida política nacional. Al menos mientras duren las jornadas de puertas abiertas del Congreso y el calendario nos recuerde el significado de la fecha del 6-D, las clases dirigentes deberían sacar en procesión a la Carta Magna y no tener sino palabras de elogio para la misma.
Pero tan importante es el reconocimiento público de lo que nos ha dado la Constitución durante este tiempo como la necesidad de defenderla frente a quienes se declaran objetores en nombre de la República, la España plurinacional o el supuesto derecho a reventar los principios de integridad territorial y de soberanía nacional única e indivisible.
Ninguna de las vigas maestras del régimen del 78 está realmente en peligro. El rey Felipe VI cumple ejemplarmente sus funciones, las instituciones resisten razonablemente las tentaciones confiscatorias del poder y el Estado, no solo por la vía penal, que también, ejerce el derecho a su legítima defensa frente a tentaciones subversivas.
Una reseña exenta de prejuicios nos permite celebrar que los españoles consuman, hagan turismo, se desquiten de las restricciones de la covid y disfruten de un puente interminable. Los que pueden, claro, que están siendo muchos más de los previstos a la vista del altísimo nivel de ocupación hotelera sin sucumbir a la presión inflacionista, gracias a un contexto más acogedor que en la crisis de 2010.
No está nada mal felicitarse por el 44 aniversario de la Constitución con hambre de goles españoles en el Mundial de Qatar, mientras la iluminación prenavideña de nuestras ciudades tonifica los estados de ánimo en vísperas de un año que, finalmente, no va a ser tan malo como decían los agoreros de la economía nacional.