Torquemada

Juan Francisco Sanjuán Benito
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La localidad es famosa en el mundo por fray Tomás de Torquemada, primer inquisidor general de Castilla a finales del siglo XV

Torquemada

La villa de Torquemada, situada en la comarca del Cerrato, a unos 20 kilómetros de la capital, se ubica en una llanura de páramos calcáreos regada por las corrientes hidrológicas de los ríos Pisuerga y Arlanza con sus respectivos afluentes y fuentes: Arroyo del Castillo, Arroyo de los Calzados, Arroyo de la Vega, Arroyo de Valdesalce, Arroyo de Ausó, Fuente del Valle del Infierno, Fuente de la Mocha, Fuente del Manso, Fuente de la Tejera y la Fuente del Vao.

Cuentan estudiosos del tema que el solar de la actual villa de Torquemada estuvo habitada durante las invasiones célticas, a las que le siguieron los vacceos que construyeron en este mismo solar la ciudad de Antracia, citada por Tolomeo. A estos, les siguieron los romanos, como ratifican los importantes hallazgos arqueológicos de villas encontrados en los alrededores.

 Durante su repoblación a finales del siglo IX, sus primeros moradores, inicialmente la denominaron Turre Cremata, probablemente por la presencia de restos calcinados de una torre defensiva visigótica que custodiaba el paso del río y que fue arrasada por los árabes. De Turre Cremata pasó a Torquemada cuyo gentilicio es torquemadinos.


La villa fue tomada por el rey de León, Alfonso IX en 1217, durante el enfrentamiento que mantuvo con su hijo Fernando III por el reino de Castilla. A mediados del siglo XIV, aparecía en el Becerro de las Behetrías como señorío de Juan Rodríguez de Sandoval.  


En las navidades de 1506 llegó a la villa de Torquemada la reina Juana I de Castilla al frente del cortejo fúnebre que trasladaba los restos mortales de su marido, Felipe I de Habsburgo, conocido como el Hermoso, en cuya villa, pocos días después de su llegada, alumbró a su sexta hija, la infanta Catalina, quien pasados los años sería reina de Portugal. 


Instaló el cadáver de su esposo en la iglesia de Santa Eulalia y dispuso soldados armados a su alrededor para que lo guardaran día y noche. El acceso de cualquier mujer al templo estaba totalmente prohibido y se celebraban misas diarias con la misma pompa que si acabara de morir, según relató Pedro Mártir de Anglería, cronista de la época.


La comitiva mortuoria, y por tanto la corte itinerante, permaneció en Torquemada unos cuatro meses, hasta que una epidemia de peste la obligó a desplazarse a la vecina localidad de Hornillos de Cerrato. 


Desde el día 28 de febrero de 1520 que Carlos I visitó Torquemada por primera vez, antes de ser elegido emperador el 23 de octubre de 1520, hasta su último viaje en 1556 camino a su retiro en el monasterio de Yuste dónde moriría el 21 de septiembre de 1558, pasó por la villa en cinco ocasiones más: en agosto de 1522, en julio de 1524, en mayo de 1527, en 1542 y en 1556. 


Durante el siglo XVI, Torquemada adquirió gran importancia como paso obligado en la ruta que unía Burgos con Palencia y Valladolid, reafirmada por la construcción de un imponente puente de dos tramos y veintidós ojos para salvar el cauce del Pisuerga, eliminando los peligros que conllevaba cruzar el río, caudaloso en este tramo, mediante barcas, por cuyo paso se cobraron derechos de portazgo. Durante el último cuarto del XVI, se hundió su magnífico puente, que fue reconstruido entre 1583 y 1586, con posteriores obras de rehabilitación, alargamiento y mejora en los siglos XVII y XVIII, aumentando del número de ojos hasta los veinticinco que presenta en la actualidad. 


Al igual que ocurrió en otras localidades en poder de los comuneros durante la guerra de las Comunidades de Castilla, Torquemada fue reconquistada por las huestes del condestable de Castilla, Íñigo Fernández de Velasco, en su camino hacia Torrelobatón. En 1608, Carlos III vendió al duque de Lerma la población de Torquemada y otras diez villas más de Behetría de Castilla la Vieja: Baquerín de Campos, Boadilla de Rioseco, Capillas, Fuentes de Nava, Mahamud, Palacios de Meneses, Mazuecos, Pozo de Urama, Presencio y Santa María del Campo. Esta venta provocó serios enfrentamientos entre la vecindad de las villas, en especial en Torquemada.


Invasión francesa.

El Catastro de Ensenada reflejaba que a mediados del siglo XVIII el señorío de la villa de Torquemada pertenecía al duque de Medinaceli y estaba formada por quinientas casas habitadas por quinientos seis vecinos. 


La invasión francesa que provocó la guerra de la Independencia entre los años 1808 y 1814, afectó gravemente a Torquemada, pues el día 6 de julio de 1808 fue saqueada e incendiada por huestes francesas bajo el mando del general Lasalle, hueste que instaló un destacamento permanente en la villa para proteger el puente y el Camino Real de Burgos a Palencia y Valladolid, lo que no evitó que los convoyes militares fueran permanentemente acosados por las guerrillas. En 1814, ya con el ejército francés en retirada, dañaron gravemente el puente para evitar ser perseguidos. 


Además de la antigua torre visigótica cuyas ruinas se encontraron los primeros repobladores cristianos, existía una pequeña fortaleza o torre en un cerro, testigo conocido como Cotarro del Otero en el siglo XV, desde el que se tiene una amplia panorámica del valle del Pisuerga, por donde transcurría el Camino Real. Unos metros por debajo de su cima se encuentra lo que pudo ser un almacén o sala subterránea, de la que se conservan parte de dos muros con aparejo de piedra, de ocho metros de largo, unidos por una bóveda de cañón de cuatro metros de luz y una altura de al menos tres metros y medio. 


La primigenia puebla cristiana del siglo IX estaba protegida por una muralla, ya desaparecida, con varias puertas. En 1501, Antoine de Lalaing escribía «villa mal amurallada» y, tres siglos y medio después, en 1853, Theophile Gautier indicaba que Torquemada «estaba repleta de antiguas fortificaciones en ruinas». 


El nombre de la localidad es muy famoso en la historia de Castilla, por haber sido el apellido del todopoderoso primer Inquisidor General de Castilla a finales del siglo XV, fray Tomás de Torquemada, oriundo de esta villa. También era de aquí su sobrino fray Juan de Torquemada, cardenal de San Sixto.


LUGARES DE INTERÉS. Sobresale el puente, la iglesia parroquial de Santa Eulalia del siglo XVI, el templo de Santa Cruz del siglo XII, hoy ermita del cementerio, y la ermita de Nuestra Señora de Valdesalce del siglo XIII, patrona de la villa, a poco menos de dos kilómetros.