Pasión vital por las cuatro ruedas

Jesús Hoyos
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Carmelo Rodríguez ha dedicado su vida a los coches en el taller que ha regentado durante casi 50 años. Es un apasionado de los rallies y corre varios al año con vehículos que él mismo pone a punto

Pasión vital por las cuatro ruedas - Foto: Óscar Navarro

A los 14 años, Carmelo Rodríguez dejó los estudios y comenzó a trabajar con su padre en un taller. Allí aprendió el oficio. «Desde entonces, he estado con la mecánica toda la vida», comenta Rodríguez, quien montó su propio negocio tras la jubilación de su padre.

«Siempre me ha apasionado. Tanto que mi mujer me preguntaba siempre que cuándo volvía a casa. Me ha aguantado de casualidad», bromea. Carmelo Rodríguez tuvo que abandonar prematuramente la profesión por culpa de un problema de salud, pero, pese a ello, ha seguido trabajando en su taller, situado en Magaz de Pisuerga,  donde ha compaginado la restauración y puesta a punto de decenas de coches con su otra pasión dentro del mundo del motor: los rallies, que forman parte de su vida desde hace más de cuatro décadas.

«En el taller era feliz. En torno a 1978 empecé a preparar un Seat 127 con el que estuve corriendo un año y medio allá donde hubiera carreras, sobre todo subidas en montaña», recuerda. Después tuvo un  Seat 124, un Panda, un Ford Fiesta o un Escort MK1. «Compraba un coche, lo reparaba, lo ponía a punto y a correr», comenta. «Algunos había que venderlos porque era difícil encontrar piezas», reconoce el mecánico. Las modificaciones habituales son la suspensión -«más dura para que el coche aguante»-, la anchura de ruedas y el autoblocante -«para que las dos ruedas giren de la misma forma»-, además de medidas de seguridad como buenos cinturones, asientos baquet y apoyos en la zona de los pies que, junto a la posición y rigidez del asiento, den seguridad «porque el coche tiende a derrapar y tienes que ir encajado».

Pasión vital por las cuatro ruedasPasión vital por las cuatro ruedas - Foto: Óscar Navarro«Gané muchas carreras -aún conserva varias copas-, pero a veces los patrocinadores se quedaban los trofeos para que te siguieran ayudando. En aquel momento, me llegaba a sacar unas 25.000 pesetas», rememora. Llegó a recibir un premio de la Federación de Automovilismo a través de la Diputación en 1982.

Desde esa época, su mujer, Mariví Villarrubia, ha sido su copiloto en los rallies Galaico, de Cervera, Ciudad de Santander, León o la subida Peñacabarga. «Le gusta, y por no dejarme solo... Llevamos 50 años juntos y sabe manejar los tiempos. Era cronometradora oficial de la Federación de Automovilismo», subraya Rodríguez.

Así fue su vida durante unos años: de rally en rally, de provincia en provincia y de coche en coche. Hasta que sus hijos nacieron, el tiempo libre se redujo enormemente y la afición por la velocidad tuvo que parar.

Pasión vital por las cuatro ruedasPasión vital por las cuatro ruedas - Foto: Óscar NavarroEso sí, el gusanillo le quedó en forma de un Ford Escort MK2 del 78.  «Siempre lo quise y he dado mucha guerra hasta conseguirlo, buscándolo en Portugal, Galicia o Asturias. A través de un amigo, conocí a uno que tenía ese modelo. Llevaba 500 euros encima y le di la señal», explica acerca de la que es su «joya de la corona».

 

Rally de regularidad. Su coche preferido tiene tracción trasera y «se conduce muy bien». Con él corre los rallies de regularidad, una de sus aficiones actuales.

A sus 69 años, le está preparando un nuevo motor, comprado en Barcelona, con cuatro carburadores y cambio de cinco velocidades. Tiene 160 caballos y responde a su ilusión de «tener uno con árbol de levas cruzado». No es necesario para carreras de regularidad, ya que no se pueden superar los 60 kilómetros por hora y hay que respetar ciertas velocidades en cada tramo. 

Pasión vital por las cuatro ruedasPasión vital por las cuatro ruedas - Foto: Óscar NavarroAsegura que, aunque puedan parecer velocidades bajas, entraña dificultad. «Hace dos meses corrí en Santander y adelgacé tres kilos por la tensión. De enlace a enlace llovía, nevaba y granizaba. Fue impresionante», recuerda. El problema de salud le afecta, pero «es lo único que me gusta en la vida. No sé de dónde saco las fuerzas», expresa.

Precisamente con esas condiciones, en concreto la nieve, es como más disfruta. «Pongo las ruedas y me voy por el norte. Se las pongo al Mini, eso me encanta. Cuando nieva, la Ruta de los Pantanos es espectacular», subraya.

Junto al MK2 y el Mini, en algún momento ha llegado a tener doce coches de colección. «He ido vendiendo porque me agobiaban. Por ejemplo, un Jaguar precioso, un Citroën 2 CV, otro Mini o un Seat 124 Sport 1800», expresa. Un Seat Panda, con una instalación de motor nueva, se lo ha dado a su hijo «con la condición de que no lo venda». Lo próximo será restaurar un Renault 4L para que su nieto haga la ruta París-Marruecos. «Ya tiene afición, se lo pasa genial conmigo en el taller, aunque su padre aún no me deja», bromea, y eso que a su edad él ya había conducido mucho». 

 

Concentraciones. Otra afición a la que dedica tiempo son las concentraciones de coches clásicos. Participa con su Mini, con el que ha ido hasta Portugal o Chiclana. Forma parte del Club de Clásicos de Aranda, donde tiene «buenos amigos» que organizan muchos eventos. 

Carmelo Rodríguez tiene un 600 «que posiblemente sea el más viejo que hay en Palencia», así como un 850 al que guarda mucho cariño porque tiene como matrícula su fecha de nacimiento.

Tras haber participado «en 60 o 70 rallies», con una media en años recientes de cuatro o incluso más, está tratando de conseguir uno en la provincia. «Hace años se organizaban subidas al monte en San Antolín», recuerda. Su próximo objetivo:una prueba de 5.000 kilómetros en una semana desde Oviedo a Madrid dando la vuelta al país. «Es lo más bonito que hay», concluye.