Antonio Álamo

Antonio Álamo


Incertidumbre

27/01/2022

Dos incidentes seguidos -uno real y otro ficticio pero manipulado convenientemente- sirvieron para agrandar hasta niveles insospechados el tamaño de uno de los conflictos militares más conocidos de las últimas décadas... la guerra de Vietnam. Ambo incidentes –el real y el inventado- tuvieron lugar en agosto de 1964, en el golfo de Tonkín, y todo indica que los dirigentes norteamericanos estaban convencidos de que la derrota de Vietnam del Sur significaría el triunfo del comunismo en Asia y conduciría inevitablemente a una tercera guerra mundial. Poco antes de morir, sin embargo, quien fuera uno de sus impulsores, el secretario de Defensa Robert McNamara, dijo en una entrevista que aquel conflicto era una guerra civil y que «no se puede ganar una guerra civil con tropas extranjeras». A buenas horas.
Casi sesenta años después, Ucrania es el centro de atención de otro conflicto de proporciones considerables cuyo desenlace es inimaginable en estos momentos, sobre todo teniendo a la vista suficientes ejemplos históricos capaces de certificar que basta un incidente real o inventado para justificar una guerra de resultado incierto pero devastadora en mayor o menor medida para quienes participen. De momento perdió recientemente una parte de su territorio -Crimea- en una operación militar encubierta, contempla cómo otra -el Dombás, al este del país- se halla inmersa en una situación de inestabilidad y tiene junto a sus fronteras orientales un enorme dispositivo bélico listo para usarse.
Contaba esta misma semana en Bruselas el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, que existe el riesgo de un gran conflicto militar en el continente europeo y que quizá sea este el peor momento desde el final de la Guerra Fría. Es posible. Y más todavía sin un ejército comunitario. En cualquier caso, lo que venga después, sea para bien o para mal, lo sabremos todos muy pronto. Los detalles que agrandaron o apagaron este episodio de tensión, sin embargo, tardarán en ser conocidos, seguramente cuando algunos protagonistas comprueben, como le ocurrió a McNamara, que no siempre se acierta con la primera impresión y que la obcecación impide descubrir la complejidad de la realidad.