Antonio Álamo

Antonio Álamo


Códigos

30/06/2022

En las pistas de atletismo del Campo de la Juventud coincidió en las décadas de los sesenta y setenta un grupo variopinto de deportistas que entrenaba al atardecer. Pertenecían a los dos equipos señeros en aquel momento -Educación y Descanso y Peña Deportiva Palentina- y sus entrenadores eran Gerardo Cisneros y Mariano Díez. Por allí correteaban fondistas, velocistas, lanzadores, saltadores e incluso vallistas en un ambiente distendido, quizá porque imperaban ciertos códigos de conducta no escritos aunque posiblemente aprendidos o aceptados observando el comportamiento de quienes se movían por allí. Rivalidad existía pero nunca impidió que aquella gente mantuviera unas relaciones humanas, basadas en el aprecio y el respeto, que hoy tal vez resultarían sorprendentes. 
Aquel grupo de personas, en su mayoría, fue abandonando el deporte y según cumplió años esta actividad fue reemplazada por otra profesional. El deporte entonces no estaba profesionalizado y quien iba a las pistas no cobraba sueldos ni contaba con los patrocinios que por regla general existen ahora. Yerra quien crea que hay una crítica al modelo actual… ni mucho menos, es una simple descripción de ciertos entresijos de dos épocas diferentes. Aquella generación de deportistas fue creciendo y creciendo hasta formar parte de la vida de la Palencia actual. Cumplen en la ciudad la misma función que la savia en una planta.
Entre aquellos atletas estaba un saltador de longitud que con los años cambió el foso de arena por la medicina. Se llama Rafael Sánchez Nebreda aunque para muchas personas, medio Palencia, sigue siendo Falo. El reconocimiento como respetado traumatólogo lo tuvo siempre pero al margen de la faceta profesional quizá haya otro recuerdo de él que resulte más interesante porque de alguna manera representa la pervivencia de ciertos códigos de conducta… hace unos días resolvió los apuros de uno de aquellos compañeros de entonces que a principios de este mes de junio se encontró en un limbo sanitario debido a un despiste administrativo. Mala suerte. Mediante un teléfono móvil, la red wasap y varias conversaciones solucionó, a distancia, un problema un tanto inexplicable. Cosas así son las que retratan a una generación.