El cambio climático brinda nuevas oportunidades al campo

Laura Burón
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El Itagra está ensayando con cultivos como la quinoa, los almendros, el pistacho o el olivo, así como con plantas aromáticas y medicinales como alternativas a los cereales

El cambio climático brinda nuevas oportunidades al campo

El cambio climático es ya una realidad. La expresión «el tiempo está loco» cobra ahora más sentido que nunca, con bruscos cambios en la meteorología que hacen que pasemos de temperaturas frías a olas de calor insoportables en tan solo unos días. Pero más allá de eso, ¿cómo influyen esas alteraciones en nuestro día a día? Uno de los sectores que se ve directamente afectado por esas modificaciones climáticas es la agricultura, que ya empieza a sufrir los primeros efectos. «Entendemos por cambio climático aquellos fenómenos que se salen fuera de lo normal», explica el coordinador técnico y de I+D+i del  Centro Tecnológico Agrario y Agroalimentario (Itagra), Jorge Miñón Martínez.

Los periodos agrícolas se están trasladando en el calendario y, además, se ven acortados. Así, las recolecciones que se realizaban a finales de junio se hacen a mediados y la falta de humedad en el terreno, directamente vinculada con las precipitaciones, hace que las siembras también se retrasen: lo que antes se hacía en octubre ahora se hace en noviembre.

Esos cambios deben llevar aparejadas modificaciones en la forma de trabajar de los agricultores, que deben adaptarse a las nuevas circunstancias. Una forma de hacerlo es seleccionando las variedades de semillas que se deben plantar en función de las condiciones climáticas, puesto que es necesario elegir bien para evitar un descenso en los rendimientos y de la producción. «Las especies de siempre no están tan adaptadas a esos ciclos, por lo tanto son menos productivas y son más susceptibles a las heladas», señala el investigador del Itagra.

«Se están sembrando en noviembre variedades de ciclo largo, es decir, aquellas que tienen que tener unas determinadas horas de frío para que se desarrolle el ciclo. Si esas horas de frío no han existido,  esa variedad va a funcionar de forma diferente. La cosecha va a ser menos productiva en cuanto al número de espigas, puesto que se pierden semilla y planta en el proceso, porque no germina. Son cuestiones agronómicas, o bien se pierde planta porque se pudre o bien porque no germina», explica el coordinador técnico del Itagra.

Las altas temperaturas que se registran en determinados meses también se dejan notar en el campo. «Ahora en el mes de junio los cultivos están en una fase en la que no necesitan tanto calor, por lo que el grano se queda mermado, asurado», señala Jorge Miñón.

El trigo es uno de los cultivos más sensibles al cambio climático y su comportamiento está sorprendiendo a agricultores, empresas del sector e investigadores. «Estamos viendo que hay que hacer tratamientos fungicidas en el mes de mayo o incluso en abril a estos cultivos. Eso hace algunos años era impensable. Esa práctica no era nada habitual, no se conocía que había que hacer esos tratamientos y a día de hoy, si no lo hacemos pierdes entre un 20 y un 30 por ciento de la producción en peso de grano», señala el investigador, aunque todo depende de cómo se presente el año.

El cultivo por excelencia de la provincia está teniendo menos producción de la esperada en los últimos años. En cambio la cebada está siendo más productiva, gracias, en parte, a que hay más variedades de semilla. «Tenemos más carta: de ciclo corto, de ciclo largo... Se puede jugar mejor con las fechas de siembra, de trigo no tanto», apunta Miñón.

Acertar con la variedad más adecuada no es tarea fácil. Por eso, desde Itagra están ensayando con distintos tipos de cereal en diferentes fechas, para analizar la respuesta de cada cultivo y establecer cómo la fecha se siembra afecta a la producción final. «Consideramos esencial adaptar las prácticas y las semillas que tenemos en el mercado a las nuevas situaciones, puesto que cada año es diferente», afirma Miñón. Este centro tecnológico intenta transferir ese conocimiento a los verdaderos interesados, los agricultores, entre los que hay algunos reticentes a cambiar lo que ya estaba establecido. «Algunos siembran en noviembre lo que tradicionalmente plantaban en octubre y tienen que ser conscientes de que hay que buscar variedades más adaptadas a las circunstancias», remarca.

Pero aunque el cambio climático pueda parecer completamente negativo, también abre nuevas oportunidades para la agricultura. «La modificación de las temperaturas está dando lugar a cultivos que antes eran impensables en la región. Hay un agricultor en Valle de Valdivielso, en Burgos, que va a sacar adelante una producción de melocotones y paraguayos y eso choca bastante», afirma Miñón.

Y es que el aumento del CO2 en la atmósfera supone un incremento de las temperaturas, pero también que las plantas hagan más la fotosíntesis, fijen más biomasa y, por lo tanto, sean más productivas, algo que puede traducirse en  crecimiento de la producción anual del 7 por ciento en diez años en cultivos como el maíz y el trigo.

Además, también hay que tener en cuenta que lo que le viene mal a determinados cultivos le puede venir bien a otros y, en ese sentido, la provincia palentina tiene al alcance de la mano otros cultivos alternativos, que podrían parecer hasta exóticos.   

Y es que el Itagra está ensayando distintas posibilidades gracias a un convenio con la Diputación. Uno de los objetos de estudio es la quinoa, con campos plantados en Soto de Cerrato. «Llevamos dos años ensayando con ella. El primero los resultados no fueron muy positivos, pero este año da gusto ver el campo y todo apunta a que vamos a sacar buena cosecha», señala el coordinador del centro tecnológico agrario.

También se está trabajando con otras opciones, como por ejemplo, los almendros, en un finca cedida por la Diputación en Cascón de la Nava y hay plantaciones experimentales de pistachos, e incluso se baraja la posibilidad de introducir olivos, «que es algo que choca porque son latitudes en la que no es habitual», pero que con algunas modificaciones en las podas podrían dar buen resultado.

Y es que Palencia, por sus características, su infraestructura y su extensión tiene un gran potencial agrícola y un pasado que sirve para mirar al futuro. «Al final es volver a los cultivos de antes, que se han estado perdiendo en gran parte por culpa de la PAC de los años 90. Esa política productiva arrasó, metiéndonos en la cabeza que había que cultivar trigo y cebada». Por eso, cultivos tradicionales que antaño estuvieron muy presentes en la provincia podrían ser la solución, ya que estaban adaptados a estas condiciones y solo  es necesario que mejorarlos para sacarlos adelantes. Un ejemplo son las plantas aromáticas y medicinales, con las que ya se está trabajando de la mano de la Diputación y de una asociación palentina dedicada a este sector. «Un paseo por el Cerrato nos permite ver lavanda, tomillo, espliego. Aquí tenemos variedades más adaptadas e incluso más interesantes para la industria que Francia, que es el gran referente y no lo estamos aprovechando», apunta el investigador de Itagra.

Y es que las condiciones de la provincia, con una zona norte húmeda y un sur más seco, distintos microclimas y tipos de suelo, brinda un abanico de posibilidades. «Tenemos un banco de germoplasma muy importante y por sondear. Hay alternativas, pero falta dar ese paso y cierto marco administrativo y normativo que favorezca estas incorporaciones. Desde Itagra podemos ensayar, investigar y desarrollar esas cuestiones», concluye.