Editorial

La imprescindible responsabilidad de los ciudadanos

Diario Palentino
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La vacunación es un gran avance, pero debe ir unido al cumplimiento de ciertas medidas de protección y seguridad

Todos contentos, en una primera lectura del final del estado de alarma. Se acabaron, con carácter general, el toque de queda y los cierres perimetrales, con lo que se recupera la movilidad entre comunidades, al menos entre aquellas que no se empeñen en limitarla o cuyos tribunales superiores de justicia echen por tierra la intención. 

La liberalización de horarios en la hostelería, el comercio, las casas de apuestas y demás espacios públicos, unas menores restricciones sociales en el ámbito de las reuniones en la calle y la casa, aunque se mantengan en la ocupación de mesas en bares y restaurantes y la eliminación de aforos en los lugares de culto, al menos en el caso que más nos atañe que es el de Castilla y León, constituye un respiro de alivio para los sectores económicos más afectados y también para los ciudadanos que no tendrán que estar tan pendientes del reloj o de cuantos van juntos de paseo. 

Pero, al mismo tiempo, conlleva riesgos que, a estas alturas de una pandemia que nos sacude -como sacude al mundo entero- desde hace más un año, deberían ser asumibles y abordables. Si todos hubiéramos calibrado la gravedad de la situación y los rastros de muerte, enfermedad, crisis y ruina que va dejando, estaría de más apelar a la responsabilidad porque seríamos responsables. Ocurre, sin embargo, que el ser humano es el único animal que tropieza dos y hasta cien veces en la misma piedra y que, basta con remitirse a las pruebas, cada vez que hemos salido del estado de alarma o se han relajado las medidas restrictivas, excepcionales o no, ha aumentado el número de contagios y la incidencia. Nos hemos comportado en algunos casos como si fuéramos los leones enjaulados y hambrientos del antiguo circo romano y hemos salido a la arena a por todas, sin darnos cuenta que a veces los gladiadores, léase el virus, vencen a las fieras que se creían intocables.

 El SARS-Cov-2 no respeta edades, no conoce razas, no distingue estado civil, condición profesional, género, religión o cuenta bancaria. Ataca allá donde hay un resquicio libre de protección o donde se le abren las puertas. Es en ese punto donde las administraciones y los gobiernos, pero ante todo y sobre todo cada uno de los ciudadanos tiene que pelear la salud y evitar la propagación. La vacunación, cada vez más extendida, está contribuyendo a generar inmunidad, todavía no en la medida justa y deseable, pero sí mayor que hace unos meses. Aún así, el incumplimiento de la distancia social y del uso de las mascarillas; el abuso de individuos en lugares cerrados, el no guardar cuarentena cuando se es positivo o las efusiones de cariño entre no convivientes siguen siendo un riesgo al que todos y cada uno hemos de poner coto. A partir del 9 de mayo se impone, más que nunca, la responsabilidad. Por precaución, por seguridad, por la salud pública y para evitar nuevos cierres y limitaciones.