Mariti Vela Prieta

Mariti Vela Prieta


Mentir

21/11/2022

Estamos inmersos en una sociedad en la cual la mentira forma parte de la realidad más inmediata. En muchas ocasiones, nuestra misma naturaleza nos lleva al engaño de los sentidos, a los recuerdos distorsionados, al conocimiento ilusorio y a la acción incongruente. 
Agustín de Hipona, máximo pensador del cristianismo del primer milenio, buscador incansable de respuesta al problema de la verdad, diría que "mentiroso es el que tiene un corazón doble, el que quiere engañar expresando con las palabras algo distinto a lo que él cree es la verdad, con la clara intención de hacer pasar  por verdadero lo que es falso". Mucho tiempo después, tras numerosas opiniones a favor y en contra del arte de mentir, en el  siglo XX,  Wittergenstein en sus «Investigaciones filosóficas» afirma que mentir es un juego del lenguaje que requiere ser aprendido como cualquier otro. 
No cabe duda que los mentirosos expertos utilizan todo tipo de argumentos usando elementos de la realidad contaminados con mentiras, construyendo una representación que parece plausible. Un ejemplo claro son los frecuentes escenarios políticos que, seguro,  a todos y todas, se nos vienen a la cabeza en estos momentos.
Una verdadera y auténtica pragmática del mentir que les permite dominar ese arte convirtiéndonos en sus víctimas inconscientes. Cierto es que no vemos las cosas como son, sino que las vemos tal como somos. Y ¿cómo somos? Ahondando en el tema, numerosos estudios llegan a la conclusión de que cerca del 61,5 % de las comunicaciones entre personas son falsas. Cifra que se minimiza si se compara con las veces que nos mentimos a nosotros mismos. Hemos hecho de la mentira una forma de vida que nos puede llevar a la derrota o a la victoria.  Ya que para algunos el autoengaño puede convertir una posible limitación en un formidable recurso.
Lo peor de esta situación es que no hay ninguna técnica fiable que permita poner de relieve con total exactitud quién, cómo y cuándo se miente.