Un adiós desde la indiferencia

César Ceinos
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Telefónica cuenta con la autorización del Ayuntamiento de Palencia para quitar las 27 cabinas que quedan en la ciudad y que llevan sin línea desde Año Nuevo

Cabina de la plaza Mayor - Foto: Sara Muniosguren

Las cabinas telefónicas recibieron su golpe de gracia cuando se conoció que la empresa gestora del servicio, Telefónica, ya no tenía que mantenerlas activas a partir de 2022. Ante esta situación, permitida por la ley, la compañía decidió dar de baja a los teléfonos públicos y los apagó el 1 de enero. Desde entonces, estos puntos, que en algunos casos ocupan lugares privilegiados de la capital y los pueblos de la provincia, únicamente sirven como respaldo de carteles de todo tipo de cuestiones, desde eventos deportivos a actividades culturales pasando por ventas de pisos, fiestas populares o excursiones vacacionales. Lamentablemente, también son la diana de numerosos actos vandálicos. Por poner algún ejemplo, a la cabina ubicada al lado del instituto Jorge Manrique, junto al Salón, le falta el auricular y a la situada junto al acceso del paso subterráneo en la avenida de Santander únicamente le queda medio.   

Según la información facilitada por Telefónica, la ciudad de Palencia conserva actualmente 27 cabinas. La idea de la empresa de telecomunicaciones es desmontarlas y que estos elementos, que han convivido con los palentinos desde 1967, desaparezcan de las calles. Oficialmente llevan unos diez meses sin servicio, pero oficiosamente habían quedado obsoletas hace mucho tiempo y más de un vecino desconocía que ya no funcionaban. «Había oído algo de que no era obligatorio ya su mantenimiento, pero no era una cuestión que me preocupara», comentan María José Vega y Salvador Gil a escasos metros del teléfono ubicado en el cruce de la calle Mayor y Patio de Castaño. De hecho, esta cuestión únicamente les retrotrae a alguna anécdota de sus tiempos jóvenes. «Las usaba todos los días porque estaba en un piso compartido y no teníamos teléfono fijo», recuerda Vega. 

En líneas similares se expresan Javier Zumel y AmaliaRomán, quienes consideran que no tienen utilidad al existir la telefonía móvil. Antes sí. Décadas atrás, cuando la frase «el teléfono está apagado o fuera de cobertura» no se había escuchado nunca, Zumel admite que lo usó, pero de eso ya han pasado 30 años. «Cuando era joven trabajaba en León y llamaba todos los días», manifiesta antes de rememorar que las conferencias nocturnas eran más baratas y que era un servicio que se utilizaba mucho. «Había colas para llamar por las noches», explica.

Pero los tiempos cambian y el uso de estas dotaciones telefónicas se desplomó y la cifra de cabinas disponibles ya fue descendiendo paulatinamente desde finales de los 90. Diego Madrigal y Malena Viana, con bastante menos edad que las parejas anteriores, reconocen que no han usado nunca un teléfono público, mientras que IliyanCubillo, que está cerca de cumplir la mayoría de edad, tampoco se había acercado a uno de ellos para mantener una conversación telefónica. «Oí que las iban a quitar, pero todo el mundo tiene móvil», asevera. Una buena muestra de que hace tiempo que nadie o casi nadie se acerca a las cabinas la encontramos junto a la iglesia de San Ignacio y Santa Inés, en el barrio del Cristo. Como denunció este periódico en un retablillo publicado el pasado 30 de junio, este cubil instalado en el paseo del Otero está haciendo las veces de invernadero, ya que dentro ha crecido un arbusto. Meses después poco o nada ha cambiado.

Telefónica inició conversaciones con el Ayuntamiento capitalino para ejecutar las obras «con el menor impacto para la ciudadanía». Ya cuenta con la autorización municipal para la retirada de estos puntos y espera hacerlo en los próximos meses, aunque no hay ninguna fecha fija para que se lleve a cabo esta tarea. Todo dependerá de «diversos factores atendiendo a las peculiaridades de cada zona». La compañía explica que también intervienen «otros muchos agentes y factores para asegurar que el desmontaje del conjunto de cabinas pueda realizarse de la forma más eficaz».

La decisión de cortar la comunicación a estos puntos no generó una gran inquietud entre los entrevistados que, en líneas generales, mostraron bastante indiferencia. «Hace tiempo que no veía a nadie usar una», comentaron Vega y Gil. Zumel y Román, incluso, admiten que era una cuestión que «ya tocaba». En cambio, Madrigal y Viana hubieran preferido que «si el coste de mantenimiento no es muy elevado» se mantuviera alguna en activo por si hiciera falta pedir socorro al 112 «en casos extremos de personas sin batería en el móvil o gente mayor y que no tiene teléfono».

Cuando se pase de las ideas a los hechos, Palencia perderá un punto en común con Londres y las futuras generaciones tendrán que documentarse para saber qué es una cabina antes de ver, si lo hacen, el corto del mismo nombre.