Una cita con la historia

M.R.Y (SPC)
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La izquierda de Petro y el populismo de Hernández se enfrentan en unas presidenciales inéditas e igualadas

Gustavo Petro (i) y Rodolfo Hernández - Foto: Reuters

Colombia tiene ansia de cambio. Así lo demostraron sus ciudadanos en las elecciones del pasado 29 de mayo, cuando el izquierdista Gustavo Petro y el populista Rodolfo Hernández fueron los dos candidatos más votados en la primera vuelta de las presidenciales. Ahora tendrán que decidir quién lleva a cabo ese giro de timón tras unos últimos años de descontento con el Gobierno del conservador Iván Duque.

Y es que los comicios que decidirán al nuevo mandatario están profundamente influidos por las grandes protestas antigubernamentales que se han sucedido en el país desde 2019 y que han dejado decenas de muertos. Unas movilizaciones contra los planes fiscales de Duque, acusado de favorecer la desigualdad y la inseguridad que acabaron, no solo llevando a millones de personas a las calles, sino también movilizando a unos jóvenes hasta ahora desencantados con la política que tendrán ahora en sus manos el futuro de su nación.

Ese es, sin duda, el motivo por el que el oficialismo, una derecha que gobierna Colombia desde el siglo XIX, ha quedado fuera de la ronda final. Su candidato, Fico Gutiérrez, quedó tercero en unos comicios donde la izquierda firmó un histórico registro -8,5 millones de votos, que suponen más de un 40 por ciento del total- y el populismo aprovechó el descontento para hacerse con la segunda plaza en un 28,20 por ciento de los apoyos, por delante del 23,87 por ciento de Gutiérrez. 

La razón es clara: Petro -líder de la coalición Pacto Histórico, que agrupa a partidos de izquierdas e indígenas- se convirtió en el altavoz de la oposición a Duque y, por tanto, de las protestas. Y Hernández -cabeza de la Liga de Gobernantes Anticorrupción- se ha erigido en la voz discordante, la de todos los ciudadanos cansados de la clase política tradicional y que quieren un giro radical a lo vivido hasta ahora.

Gane quien gane, está claro que habrá un cambio sustancial en el futuro de Colombia tras unas elecciones que se antojan igualadas e inciertas a la vez. Y es que, pese al contundente triunfo de Petro en la primera vuelta, está por ver si podrá revalidar una victoria en la ronda definitiva, sobre todo porque todos los detractores de la izquierda parecen haberse unido, no en apoyar a Hernández, sino en impedir la llegada al poder de lo que consideran un revolucionario. Por eso, los sondeos son poco determinantes. Desde el inicio de la campaña para estas elecciones, se ha registrado un empate técnico, con variaciones en la cabeza. Las últimas encuestas vuelven a reflejar un panorama igualado, con una ligera ventaja de Petro, pero con el papel de los indecisos más determinante que nunca. 

Llega la hora del cambio

«Lo que se disputa es el cambio», ha reivindicado el candidato de Pacto Histórico en sus últimos mítines, en los que, avisa no obstante, de que «puede haber cambios que supongan un tiro en el pie». «Hay cambios que no son cambios, son suicidios», remarcó, pidiendo a la sociedad que elija entre «suicidarnos o avanzar».

Autoproclamado como la opción «sensata», Petro ha moderado su discurso en los últimos años. En sus dos intentos anteriores por hacerse con la Presidencia, se ha presentado siempre como un «revolucionario» de izquierdas dispuesto a dar un giro radical. Ahora, con un panorama muy diferente, se postula como la alternativa progresista, pero más moderada, ante un rival que, sin duda, está mucho más radicalizado.

Y es que Hernández, conocido como el Trump de Colombia -comparten su condición de empresarios multimillonarios y un discurso populista cargado contra el establishment- se ha ganado el apoyo de los ciudadanos por su mensaje sin filtro, en el que no duda en cargar contra los «políticos ladrones hijueputas», a los que acusa de una «corrupción constante», pero también deja manifiesto, como su espejo norteamericano, su postura clasista, racista y misógino.

Dos caras de la moneda, dos opciones completamente distintas son entre las que deberán decantarse los colombianos para el nuevo futuro de un país aún fragmentado, donde la corrupción sigue campando a sus anchas y en el que la violencia y la inseguridad se dan de la mano. Uno de los dos será el encargado de liderar el cambio. La incógnita está en quién de los dos será el elegido.