Tormentas (I)

Fernando Pastor
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En la tormenta de Villamediana de 1898 pereció una veintena de vecinos

Tormentas (I)

El próximo mes de agosto se cumplen 124 años de la tragedia en forma de tormenta que asoló Villamediana y Torquemada y afectó en menor medida a Hornillos de Cerrato, Valdeolmillos y Melgar de Yuso (Burgos).


El 2 de agosto de 1898 llegó el nublado a Villamediana por la parte de arriba del pueblo. Había una corta de árboles y los maderos hicieron de presa en un primer momento, pero la gran fuerza de la tormenta venció la resistencia y el agua los arrastró por el cauce del arroyo hacia abajo. 


Tanto en Villamediana como en Torquemada, el torrente arrasó árboles, huertos, viñedos, decenas de casas (en Villamediana cayeron la mitad de las viviendas, principalmente las de adobe), los muros de contención del cementerio, etc. Las calles se convirtieron en ríos en los que flotaba ganado muerto, muebles y otros enseres. 

Tormentas (I)Tormentas (I)


Muchos vecinos pasaron la noche en la iglesia.


Desaparecieron 60 personas en Villamediana y 80 en Torquemada, muchas de ellas arrastradas hasta el río Pisuerga. Poco a poco fueron apareciendo, unas con vida y otras fallecidas. Entre los fallecidos estaba Quinciniano Cruzado, por aquel entonces soldado de la guerra de Cuba pero que se encontraba en Torquemada por estar enfermo. También el matrimonio Antonio Fernández y Gregoria Maté, que se abrazaron al ser arrastrados por la riada y sus cadáveres aparecieron fundidos en un eterno abrazo.


DE 14 A CIEN AÑOS.

En el momento del nublado había en el monte un chaval de unos 14 años, Lorenzo, que al comenzar el diluvio emprendió camino para bajar al pueblo. Una mujer que vivía en una de las primeras casas vio que venía empapado y le dijo que entrara en su casa para secarse y refugiarse de la lluvia. Al verle agotado le metió en la cama y se quedó dormido. Cuando el nublado llegó al pueblo y arrasó con todo, personas incluidas, los vecinos hicieron recuento de las personas que faltaban y a Lorenzo le contaron como uno más de los desaparecidos o fallecidos. Hasta que la mujer que lo alojó en su casa se acordó y exclamó «¡ay, no espera, que está en mi casa!». Fueron a buscarlo y, efectivamente, estaba allí durmiendo como un lirón. Lorenzo, al que habían dado por muerto con 14 años, vivó hasta los 100.


En total fallecieron en Villamediana 20 personas. En 1998, cuando se cumplía el primer centenario de esta tragedia, se erigió un monolito en una de las plazas del pueblo con el nombres de las víctimas y en su memoria.


BALTANÁS, EL NUBLADO DEL 14.

Otras tormentas también son recordadas en el Cerrato por su virulencia. Es el caso del conocido como el nublado del 14, porque tuvo lugar el 14 de Septiembre de 1933 en Baltanás.


Un nublado que de forma repentina inundó de granizo todo el pueblo. El arroyo se desbocó con fuerza inusitada y devastó todo lo que encontró a su paso, incluido el coche de línea del pueblo, que aparecería a las afueras del pueblo. 
Muchas viviendas cayeron derribadas. Mucho ganado también fue arrastrado. Y sobre todo murieron dos personas, un niño pequeño que iba en un carro, y un pastor que estaba en el campo. 


Al día siguiente tuvo que acudir el Batallón Ciclista de Palencia (regimiento militar) a picar los bloques de hielo que había formado el granizo. 


A Miguel Puertas y su hijo Eugenio, de 9 años, le pilló yendo al campo con un carro. Vieron unos nubarrones muy feos por la parte de Villaviudas y al llegar al puente de los Dos Ojos comenzó a caer agua y granizo de tal tamaño y fuerza que les provocaba dolor en la cabeza. Se vieron obligados a desenganchar las mulas del carro, pero antes de poder guardarlas el agua les llegaba ya por las orejas. Se salvaron porque las mulas tenían tendencia de ir hacia la derecha, debido al camino que conducía a la era donde trillaban, y pudieron subirse a un desnivel de un par de metros que había allí respecto al camino. Miguel cogió a su hijo en brazos y justo en ese momento le golpeó una madera en la pierna que punto estuvo de derribarle. Si llegan a caer, la riada les hubiera arrastrado hasta el Pisuerga con toda seguridad. No fue así y pudieron subir a La Serna sanos y salvos.