Carmen Arroyo

La Quinta

Carmen Arroyo


Cuento de Navidad

23/12/2021

En el convento de Madres Reparadoras, una religiosa virtuosa abría la puerta de la casa de recogimiento, sacrificio y oración,  si alguien tiraba del viejo cordón, blanco hacía años y, ahora, más negro que un día sin sol. Sor María de los Santos, entró con 15 años al convento, convencida de la llamada del Dios, aceptada, con un puntito de soberbia, algo que confesó a su confesor -para humillarse-. Recuerda el día de su profesión: al jurar los votos, tendida -cuan larga era- en las frías losas del convento, frente al altar. Apenas oía las palabras del sacerdote alabando su virginidad entregada al Señor de los Amores. Un imprevisto castañeteo de dientes, imposible de controlar, tomó impulso y altura. El sacerdote suspendió su cuidado sermón que había preparado con esmero. De eso, hacía mucho tiempo.
Nota intenso frío, acurrucada entre sábanas y dos mantas en las que sus hermanas en religión envuelven su cuerpo menudico, porque Sor María de los Santos cuenta muchas primaveras que la edad transformó, sin pedir paso, en otoños cálidos y en inviernos persistentes y plomizos. Los achaques se hicieron realidad  y, ella, de cantarina cual pájaro en día de sol, pasó a rezar mil avemarías entre duermevelas. Olvidó villancicos que, en su dulce voz sobresalían en el coro durante los ensayos anteriores a la Noche Feliz en la que el Misterio del nacimiento del Hijo de Dios volvía a ser presencia. Desde meses atrás ofrece al Señor su dolor. La religiosa espera la muerte serena y tranquila. La víspera de Navidad, en el cerebro de Sor María de los Santos, un rayo de luz iluminó la senda de su memoria y pasó la noche tranquila. El día 24, el vaso de leche y los tres bizcochos, su cena, pues el estómago ya no admitía otras excelencias navideñas, le fue servida un poco antes. Mientras las religiosas cenaban, una hermosa y potente voz les llegó desde el coro. Apresuradamente se dirigieron a la iglesia y miraron hacia arriba. Y no podían creer lo que estaban viendo: La religiosa entonaba con devoción villancicos, uno tras otro… Cuando subieron, parecía dormida. La llevaron a su celda y avisaron al doctor y al capellán. Adivinaron, sin error, quién le prestó ayuda para, esa noche, ir al encuentro de Aquel a quien ella había amado siempre. 

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