Al calor de los abrazos

Jesús Hoyos
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Los miembros del Proyecto Arraigo que trajeron la semana pasada desde Polonia y Chequia a 16 ucranianos que escapaban de la guerra contraponen la solidaridad y el afecto mostrados por los más pequeños a la tristeza, el cansancio y los «silencios

Al calor de los abrazos

Cansancio, tristeza y silencio. Son algunas de las sensaciones que dominaron el viaje de la expedición que trajo a Paredes de Nava a 16 mujeres y niños ucranianos que escaparon a través de Polonia y Chequia del conflicto que vive su país. Sentimientos fríos experimentados por Enrique Martínez y José Luis Cosio, integrantes del Proyecto Arraigo que, con apoyo del Ayuntamiento paredeño, se embarcaron en lo que ha acabado siendo «toda una experiencia» en la que, sin embargo, al final ha primado la gratificación, el objetivo cumplido y, en especial, el calor de los más pequeños.

José Luis Cosio, que condujo una de las tres furgonetas que llegaron a tierras polacas, relata a Diario Palentino algunos de los momentos más duros del trayecto. «Nos encontramos un convoy de tanques en la autovía, impacta mucho», recuerda al tiempo que destaca su encuentro con un grupo formado  por varios ucranianos, un español y un venezolano que iban «a luchar». Al recoger a las mujeres y niñas en la ciudad checa de Ostrava, vieron de primera mano lo que el largo viaje que habían hecho desde su país produjo en ellas. 

«Venían con mucho frío, cistitis o problemas de salud. El trayecto les hizo mella y necesitaban comer caliente en un lugar confortable», explica. «Spasiva, spasiva, spasiva (gracias)», les decían tras llegar en coche, tren o taxi al punto de encuentro. Allí se vivió también un momento emotivo cuando una taxista polaca dejó a la primera familia. «Todos lloraban, se abrazaban sin conocerse y nosotros nos derretimos», rememora Enrique Martínez, que destaca el riesgo del viaje debido al cansancio acumulado, la falta de sueño, la lluvia, el mal estado de algunas carreteras francesas o momentos en que estaban perdidos en mitad del continente europeo.

El grupo expedicionario, formado por ellos dos y cuatro conductores ucranianos (dos -Mykola y Dmytro- procedentes de Paredes de Nava y dos -Vitaliy y Bodgan- que se apuntaron desde Guadalajara y Madrid) que se iban turnando salió un martes por la mañana y llegó el miércoles por la noche. Un tiempo relámpago y una distancia de más de 2.500 kilómetros para la que se habían aprovisionado de comida y bebida gracias a la solidaridad de la gente que supo de la iniciativa y quiso colaborar.

En Ostrava, el hotel Viktoria les habilitó una estancia en la que calentarse. Momentos de descanso en los que José Luis Cosio aprovechaba para consultar el impacto que su viaje estaba teniendo en redes sociales. Según sus datos, un millón de visualizaciones en TikTok y más de 6.000 mensajes recibidos que aún siguen contestando porque «la gente pregunta y tenemos que responder».

 

Emoción. Tras haber recogido a la última familia en Katowice (Polonia), emprendieron el viaje de vuelta, marcado al principio por la ilusión de haber cumplido la mitad del objetivo y también por la celebración de un acontecimiento muy emotivo. Una de las niñas cumplió ocho años y, para celebrarlo, compraron una tarta y lo festejaron con comida y globos en un restaurante en la ciudad francesa de Montluçon. «Fue un momento muy especial: una niña que cumple 8 años en una carretera de un país que no conoce saliendo de una guerra. Imagínate», apunta Martínez. La pequeña celebró su cumpleaños regalándoles «lo poco que tenían, como una galleta». «Era un agradecimiento constante», añade.

Paraban cada poco tiempo en gasolineras y áreas de servicio para que los más pequeños comieran y no tuvieron ningún problema en el paso de fronteras, salvo un pequeño susto en Alemania después de que dos policías les hicieran salir de la autovía hacia un área de servicio por ir más ocupantes de los permitidos. 

«Nos pidieron toda la documentación, nos preguntaron qué hacíamos y les enseñamos flyers, vídeos y reacciones en redes sociales a lo que estábamos haciendo. Uno de ellos nos dijo que se sentía tremendamente orgulloso de lo que habíamos hecho, nos escoltaron y nos desearon buen viaje», explica Cosio, que relacionó la reacción de los policías con avisos por proxenetismo. «Se empezaban a escuchar historias de ese tipo», añade.

Volvían con el objetivo cumplido, «pero kilómetro a kilómetro te ibas apagando porque te entraba el pesar que ellos llevaban dentro. La seriedad y la tristeza se impuso», señala Martínez. Silencios incómodos y visionado de vídeos procedentes del frente que José Luis Cosio trataba de contrarrestar con podcasts en sus auriculares que le ayudaran a estar acompañado y desconectar de la situación. Porque, pese a poderse comunicar, no entraban en detalles sobre los días previos de sus vidas. 

El frío y el cansancio de las últimas horas de trayecto contrastaron completamente con el calor y la gratificación que se generaron tras su llegada y recepción en Paredes de Nava, ya el sábado. «Los abrazos eran increíbles. Dimos y nos dieron muchísimos y nos trasladaron mucha solidaridad», asevera Cosio, que está «súper contento» por haber alcanzado el objetivo aunque los días siguientes ha estado «tocado» y le ha costado recuperarse porque piensa constantemente en esas familias. 

Los miembros del Proyecto Arraigo creen que ahora es «descabellado» hacer este tipo de viajes de forma particular porque «la situación es un caos, con millones de personas en la frontera polaca». «No son eficientes y hay que hacerlos con ONG. Los pueblos deben prepararse para cuando lleguen y conocer las consecuencias que eso tiene: la generosidad y solidaridad tienen que ser plenas y duraderas hasta que termine la guerra», sentencia Enrique Martínez.