M. Luz Hermoso Elices *

 

El cáncer de mama ha sido, en las últimas cinco décadas y continua siendo a día de hoy, la primera causa de muerte en las mujeres por patologías malignas así mismo el tipo de cáncer que con más frecuencia sufren.


Mi relato comienza a finales de los años 80 y principios de los 90, cuando la supervivencia del cáncer de mama se estimaba algo por encima del 60% y se venía de tratamientos quirúrgicos muy agresivos que se hacían desde los años 70 consistentes en mastectomía con máxima radicalidad y extirpación de ovarios. La hormonoterapia (tratamientos antihormonales) estaba naciendo, el más conocido, el Tamoxifeno, fue aprobado en 1980 pero no fue hasta 1990 cuando se comprobó su eficacia como tratamiento adyuvante en determinados cánceres de mama.


En aquellos años yo ejercía mi profesión como médico de cabecera que es lo que hoy conocemos como médico de familia. Veía en mi consulta a mujeres con lo que ellas referían «tengo un bulto en mi mama». Cuando explorabas esa mama el «bulto» no era incipiente y ya tenía un tamaño considerable. Era este el momento en el que comenzaban las pruebas diagnósticas para concretar las características de ese bulto y confirmar o descartar la malignidad del mismo. No en pocos casos los resultados eran de cáncer de mama como diagnóstico y era entonces cuando arrancaban los tratamientos para empezar a ganar batallas que no siempre llevaban a ganar la guerra.


Los tratamientos comenzaban a cambiar. La cirugía conservadora era cada vez más habitual gracias a la radioterapia del volumen residual mamario que consiste en radiar las zonas que rodean el tumor evitando así la erradicación total de la mama. Comienzan los tratamientos con quimioterapia (uso de fármacos para destruir las células cancerosas) muy agresivos y muy limitante para la vida de las mujeres. Nunca olvidaré el quebrantamiento que tenían cuando volvían de su sesión de quimio y yo iba a verlas, quebrantamiento que les duraba hasta cuatro días antes de que les volviesen a dar la siguiente sesión. Las batallas que libraban las mujeres en estos años eran muy duras pero más de una se ganaba, y de una supervivencia del 60% de la que veníamos, en 1995 esta ya era del 76,20%.


En estos años 90 no solo se producen estos cambios importantes en cuanto al tratamiento sino que también se avanza en los métodos diagnósticos, implantándose los cribados de cáncer de mama con mamografías.


Por otro lado, tras La Declaración de ALMA-ATA, que fue una conferencia internacional sobre la Atención Primaria de Salud celebrada en 1982, comenzaron a impulsarse las directrices allí acordadas para la prevención y el diagnóstico precoz de las enfermedades, dando forma y contenido a diferentes programas y actividades que pudieran disminuir la incidencia de las mismas o al menos conseguir la detección precoz de muchas patologías.


En este marco que he descrito es en el que empieza a desarrollarse, desde Atención Primaria, el Programa de la Mujer que incluye la detección y prevención de cáncer de cuello de útero y la detección precoz de cáncer de mama. Ambos dirigidos a población de mujeres sanas y en los tramos de edad en los que estas patologías son más frecuentes. Así en los centros de salud, ya puestos en marcha, comienzan a realizarse citologías y exploración de mamas al tiempo que se dan charlas, por parte de los profesionales del propio centro, para la formación de las mujeres en los que es la autoexploración mamaria.


Comienza el nuevo siglo y la supervivencia media en el año 2000 ya fue del 82,80%. Entre este año 2000 y el 2010 se introducen nuevos quimioterápicos, nuevos tratamientos hormonales y comienzan las terapias dirigidas y biológicas como es en la actualidad la inmunoterapia (tratamiento contra el cáncer que estimula las defensas naturales del cuerpo, utiliza sustancias producida por el organismo o en el laboratorio para mejorar el funcionamiento de su sistema inmunitario y destruir las células cancerosas).


En esta misma década comienza a realizarse la biopsia del 'ganglio centinela' lo que permite determinar la extensión de la enfermedad en el cuerpo, crear un plan de tratamiento adecuado y tener un pronóstico más claro.


En esta última década de 2010 a 2020 el tratamiento del cáncer de mama, sin abandonar los anteriores, ha sido liderado por las terapias biológicas.


La incidencia del cáncer de mama, como la del resto de cánceres, está en continuo crecimiento que puede explicarse por diversos factores de los que además del aumento poblacional destacan el avance de las técnicas diagnósticas y el aumento de la esperanza de vida.


En el último año, 2020, la incidencia del cáncer de mama fue de 132 casos por cada 100.000 habitantes con una probabilidad estimada de desarrollar cáncer de 1 de cada 8 mujeres. Se diagnosticaron en total 32.953 casos.


A día de hoy el cáncer de mama continúa siendo el tumor más mortal por ser el más prevalente en las mujeres. El 30% de cánceres en la mujer se originan en la mama.


El dato positivo a lo que he expuesto es que la mortalidad ha disminuido, se estima en un 14,6%, y que la supervivencia continua aumentando de forma que la supervivencia promedio a 5 años del diagnostico es del 90% y a 10 años del 84%.
La investigación en cáncer de mama ha logrado grandes avances en las últimas décadas, incrementando las curaciones, prolongando la supervivencia y mejorando su calidad de vida. A pesar del desarrollo de nuevos fármacos y de tratamientos cada vez más personalizados, todavía en España mueren más de 6.000 mujeres al año por cáncer de mama metastásico.


Es labor de todos apoyar las actividades e iniciativas que puedan tener las asociaciones, que de forma incansable ponen todo lo que pueden de su parte no solo para continuar ganando batallas, sino para conseguir ganar la guerra.

 

* Médico de Familia y voluntaria de prevención de la AECC en Palencia