Editorial

La crisis de la automoción puede acabar en tsunami económico

Diario Palentino
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En economías como la palentina, muy dependiente de la marcha de la firma Renault, los efectos pueden ser significativos

No es que las multinacionales del automóvil vayan a arruinarse o desaparecer del mercado, pero la escasez y el consiguiente desabastecimiento de semiconductores que sufren desde hace meses puede conducir al cierre de factorías y concesionarios, a despidos masivos de trabajadores y al hundimiento parcial de algunas economías locales que dependen, en gran medida, de la buena marcha de la automoción. La economía palentina, por ejemplo, ya está notándolo con la reducción de la carga de trabajo en la fábrica que Renault tiene en Villamuriel de Cerrato. 

No se trata, a priori, de ser derrotistas ni de fiarlo todo a los vaivenes del mercado de vehículos, pero tampoco se deben obviar los efectos actuales de una crisis de carácter mundial o dejar de temer las repercusiones en el futuro inmediato. Si un trabajador se ve inmerso en un expediente regulador, aunque sea temporal, y si además el panorama no pinta bien de aquí a unos meses, se retraerá de comprar y de invertir. Por miedo a perder el empleo, por disminución de la capacidad adquisitiva y por la mera incertidumbre. Y eso lo notarán, de hecho ya lo están notando, el comercio a distintas escalas y en la práctica totalidad de los ramos, salvando quizá el de los productos de primera necesidad, y la hostelería. También las inmobiliarias y las agencias de viajes, dado que en una situación complicada no resulta factible afrontar desembolsos grandes.  Y lo peor es que estamos ante un efecto cascada, que se va trasladando y creciendo desde el origen del problema hasta el consumidor final, dejando a su paso pérdidas. 

 El origen de que fábrica cerrateña produzca setecientos vehículos con turno y medio frente a los mil doscientos de los dos turnos, incluso más hasta que se suprimió en enero el de noche, hay que buscarlo, como en el de otras grandes firmas del automóvil en la pandemia. Sus fábricas dejaron de producir y los suministradores de chips y otros componentes cambiaron sus modos de producción para adaptarse a la creciente demanda en el ámbito de los ordenadores y las aplicacioens móviles, puesto que el teletrabajo creció de forma exponencial. Así las cosas, cuando la industria de la automoción reinició su trabajo, se encontró con una falta de semiconductores y procesadores, así como de otros elementos necesarios para los vehículos y no pudo recuperar a la totalidad de los trabajadores que se encontraban en expedientes reguladores ni volver a contratar a los que había despedido. 

Si a este desabastecimiento le sumamos el incremento del precio de muchos de esos componentes dadas las dificultades para fabricarlos y los récords que bate a diario el precio de la electricidad en España y en otros países del entorno europeo, nos encontramos con una situación complicada, que podría prolongarse hasta final de año. Incluso empeorar. Y si esto último sucede, estaríamos ante un auténtico tsunami económico. Al menos en entornos tan dependientes como nuestra provincia.