Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Lecciones francesas

26/04/2022

La elección de Emmanuel Macron como presidente de Francia, en la segunda vuelta con 17 puntos de ventaja sobre su competidora, la ultraderechista Marine Le Pen, que le ha recortado a la mitad la distancia de hace cinco años, deja la primera lección de que la posible llegada de la ultraderecha al poder ya no provoca tanto miedo como antes, porque ha moderado su lenguaje, sus formas y en cierto modo algunas de sus propuestas más extremas. En Francia como en España, se ha producido un proceso de blanqueamiento, de asimilación de una parte de su mensaje populista, y por tanto la buena noticia de las elecciones presidenciales francesas es que se mantiene el cordón sanitario republicano contra la extrema derecha.

Porque si Marine Le Pen ya no da tanto miedo es porque no gobierna. Donde la ultraderecha si lo hace, como en Hungría y Polonia, si produce temor su desprecio por derechos y libertades envuelto en un nacionalismo autocrático que quiere disolver el proyecto europeísta, al que ve solo como un mercado común. Si la presidenta de Reagrupamiento Nacional pudiera llevar a la práctica su ideario renacionalizador y situarse al margen de la Unión Europea, marcar distancias con Alemania, salir de la estructura militar de la OTAN, llevar a cabo una política migratoria basada en el cierre a cal y canto de las fronteras y una política económica que bajo la promesa de devolver el dinero a los franceses debilitara es estado de bienestar, en efecto, sería para preocuparse por el efecto expansivo de esos presupuestos populistas basados en una idea añeja de la grandeur. Véanse los resultados del Brexit dentro y fuera de Gran Bretaña para comprobar las consecuencias de un nacionalismo malentendido. 

Pero ningún gobernante puede dejar de atender la llamada de atención que suponen los resultados de las urnas, sobre todo con el terremoto político que se ha producido con la desaparición de los partidos tradicionales -a la espera de su recuperación en las elecciones legislativas del mes de junio-, y la evidente sensación de malestar ciudadano y de rechazo que genera quien va a ser su presidente durante los próximos cinco años. Como todos los ganadores de unas elecciones Macron ha dicho entender el mensaje y que trabajará para suturar las heridas de un país que, a pesar de que cuenta con buenos indicadores económicos, manifiesta una indignación antisistema por amplias capas de la población que no se sienten ni representadas ni atendidas. De cómo y qué soluciones arbitre para alejar a los franceses de las soluciones fáciles que propone Marine Le Pen y mantenga con firmeza los principios republicanos dependerá el éxito de su segundo mandato, que afronta con muchos votos prestados de quienes se han visto forzados a elegir entre dos opciones conservadoras.

Uno de los principales problemas que ha tenido Macron en esta campaña electoral ha sido el propio Macron. O la imagen que transmite y la idea que de él tienen sus conciudadanos, que le caracterizan como una persona soberbia, pagada de sí mismo, carente de humildad, aislado de la calle. Bien haría Pedro Sánchez en tomar buena nota de la reacción de los franceses para no insistir en errores similares que se le señalan. Y mal haría el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, si creyera que ya no tiene cortapisas para pactar con una ultraderecha que dulcifica sus mensajes.