Carmen Arroyo

La Quinta

Carmen Arroyo


Memorias de ayer (II): María         

17/06/2021

«Salen los niños  de la escuela/ poniendo en el aire tibio/de abril sonrisas tiernas». Los versos los dejó escritos Federico García Lorca. La maestra piensa en María. ¿Qué habrá sido de ella? Tenía muchos hermanos. El padre murió muy joven. La recuerda, menuda, vivaracha y con tiempo para todo. Poco le quedaba libre, sin embargo, se sentía feliz, risueña. Cantaba mucho. Era buena narradora de cuentos. ¿Dónde estará María? Qué pena, piensa la maestra, no haber tenido aparatos para grabar, como ahora, y recordar a todos sus alumnos. María miraba las muñecas en el ‘95 azul’. Pero tuvo otra muñeca más bonita y querida: una que le hizo la abuela con un pedazo de lienzo, lana en la cabeza y dos puntadas para los ojos. Con ella inventaba cuentos para entretener a sus hermanos. Hace frío. No puede salir: los zapatos, gastados, deberán estar secos para ir mañana al colegio. 
El padre trabaja en la tejera de Los pavorreales. La madre lava en el río ropas de casa rica; el tiempo pasa y padre llegará cansado y quiere la cena a punto y el fuego puesto. No te olvides, dice la madre, llena los dos calderos, (cuánto pesan el carbón y la leña, y las piñas para encender mejor), y no tengas miedo ni asco si alguna cucaracha corre por la carbonera. Solo tiene nueve años. Es pequeña, dulce y tierna. Quiero crecer, se dice, a veces, y seré maestra. Después del Catecismo, en la tarde, se reza el rosario. Luego, María, en un rincón del aula, inventará cuentos para entretener a los más chicos mientras la maestra pone muestras en el costurero a las  mayorcitas. Al final, los sábados, limpieza de pupitres y de la mesa de la señora maestra. María,  se ofrece ‘voluntaria’ porque la cera es olorosa y blanda. (Sabe que lo hago muy bien y hasta un día me dio una moneda y la tuve escondida en el calcetín porque al sentirla allí cuando iba andando a casa pensaba en que era su preferida).
María fue creciendo y cuando le faltaban tres meses para cumplir los once años tuvo que dejar la escuela. Había muerto el padre. La madre buscó más ropa que lavar y ella hubo de cuidar a sus hermanos que ya era cuatro. No se cumplió su sueño. Aprendió que la vida es buena en las cosas pequeñas: cariño, esperanza o, simplemente, recordando los días de escuela.