El diezmo

Fernando Pastor
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Hubo un pleito sonado en Palencia porque los vecinos, además de pagar tenían que acarrear el bien

El diezmo

Esta semana comienza el plazo para realizar la declaración del IRPF. 


Precursor de este tributo fue el diezmo, un impuesto consistente en entregar la décima parte de los productos obtenidos por las personas en su actividad de labranza y ganadería, aunque no para el patrimonio común sino para el de ciertas instituciones (señorío, monarquía, iglesia…).


Su nombre proviene del latín, decimus, y quizás su primer cometido fuera ofrecer a Dios (a través de sus representantes en la tierra) la décima parte de lo producido por la naturaleza (cereales, legumbres, hortalizas, fruta, pan, vino, aceite, queso, lana corderos, lechones, etc.), evocando simbólicamente los Diez Mandamientos bíblicos y en reconocimiento de que todo proviene de Dios.


El primer diezmo registrado en la Biblia fue el otorgado por Abraham a Melquisedec como acción de gracias, y luego fue la forma de manutención de los levitas, que no podían heredar tierras y en su lugar el resto de las tribus israelitas les daban la décima parte del fruto de la agricultura y ganadería.


Con el paso del tiempo los papas dictaron exhortos pidiendo que la aportación fuese en dinero en vez de en especie, sobre todo cuando el fruto eran animales nacidos, al no ser fraccionables.


A la península ibérica lo trajeron los francos, con la llegada del Imperio Carolingio. Los vecinos podían nombrar un recaudador, denominado dezmero, que recogía los frutos y los entregaba, o en caso contrario los recogía directamente un cura denominado colector. Se almacenaban en la panera o troje de la iglesia (un edificio posteriormente conocido como cilla o tercia), para después repartirlos.


DIEZMO DE LA CERDA PARIDA.

Los diezmos, que se clasificaban en Mayores, Menudos y Novales, se repartían en tres partes, una para los religiosos del pueblo (cura, sacristán y beneficiados), otra para el Obispado o Cabildo al que perteneciera y otra para el Papa, que lo cedía al Rey de España y este a su vez a algún noble, de cuya parte a veces se retenía un tercio para obras de mantenimiento de los templos. A veces quedaban en poder de los señores feudales, bien por ser patronos de algún monasterio o bien por haber adquirido a la Iglesia los derechos recaudatorios.


Ni que decir tiene que la aplicación del diezmo originó conflictos y pleitos, tanto entre la iglesia y los vecinos (amenazando la iglesia con la excomunión a quien no cumpliera con su pago), como entre los propios eclesiásticos llamados a repartírselos.

Los vecinos trataban de esconder los productos al colector, éste al resto de los curas y los curas al Cabildo, de ahí lo que todas las partes sospechaban y dio origen a muchos pleitos, que tuvieron su reflejo en El Cerrato. 

Así, en la localidad de Castrillo Tejeriego al colector le correspondía quedarse de fijo con un queso elaborado con la leche del diezmo, y le elaboraba de  unos 16 libras (unos 7,30 kilos), cuando lo normal era que un queso no pesara nunca más de 4 libras. Ello motivó que le llamara la atención el visitador del obispo.


El exceso de celo provocaba que el colector acudiera con frecuencia por las noches a los domicilios particulares para vigilar si nacían terneros, lechazos, cabritos, lechones…, lo que dio origen a tales quejas de los vecinos que de nuevo el visitador episcopal tuvo que mediar para que no se visitaran las casas por las noches.


Eso ocurrió en el año 1800 en Castrillo Tejeriego, con motivo del parto de una cerda propiedad de la familia Monge, en cuya casa se presentó el sacerdote colector Plácido Cortijo para cobrar el diezmo correspondiente, pero fue recibido con tal hostilidad que salió huyendo aceleradamente en medio de amenazas y reproches: que si no hubiera huido tan rápido navajazos le hubieran dado, que no ganaba ni el agua que bebía, y que para llevarse los carros de trigo y demás diezmos buena habilidad tenía, pero para trabajar no se esmeraba dado que a veces ni misa celebraba. Cuentan las crónicas, recogidas por el investigador Alfonso de la Fuente, que hubo gran escándalo y las injurias proferidas alcanzaron incluso a la hermana del sacerdote, llamada Patrocinio. El sacerdote interpuso denuncia y dio comienzo un pleito.


Otro pleito sonado tuvo su origen en la orden del obispo de Palencia para que los vecinos le llevaran los diezmos a las paneras ubicadas en Villamuriel o en la capital (según donde estuviera en cada momento). Los vecinos no se negaban a pagar, pero sí a tener además que acarrearlo. La sentencia no solo fue favorable al obispo sino que además incrementó el número de productos a pagar, añadiendo gallinas, cera y otros no contemplados con anterioridad; para entender tal sentencia baste saber que uno de los oidores de la Chancillería era hermano del obispo. Los vecinos recurrieron y esta vez sí la sentencia les fue favorable.


Desde 1838 el diezmo se dejó de exigir, y en 1840 fue derogado.