La cueva de Honseca, un laberinto para turistas

Pablo Caminero
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Un padre y su hijo se adentraron en la gruta de Velilla del Río Carrión y se vieron atrapados tras quedar desorientados. 23 horas después volvieron a ver la luz tras ser rescatados

El padre y su hijo fueron rescatados tras permanecer 23 horas perdidos en la cueva de Honseca - Foto: DP

La jornada de senderismo de un padre y un hijo el día de la Virgen de la Asunción se convirtió en una pesadilla cuando se internaron en la cueva de Honseca en Velilla y descubrieron que no podían salir. «Nos metimos en una especie de hura y dimos con una boca grande, fue entonces cuando vino el peligro», cuenta C.C., el padre de los dos rescatados.

En torno a las 14 horas, un padre y su hijo se internaron con linternas y pilas de repuesto a la cueva de Honseca. La cavidad se encuentra cerrada al público con una puerta, pero, un poco más arriba, una verja abierta les permitió entrar. El padre explica que sí que había estado más veces, «pero me quedé totalmente desorientado, son muchas galerías en las que das vueltas y vueltas».

Tras tres horas andando, quisieron retornar, pero ya no fue posible. Una vez descubrieron que estaban totalmente perdidos, intentaron contactar con los servicios de emergencia, pero les fue imposible por no haber cobertura. «A las 18 horas realicé una llamada y envié un mensaje de texto, pero obviamente nunca llegaron», relata.

El padre y su hijo fueron rescatados tras permanecer 23 horas perdidos en la cueva de HonsecaEl padre y su hijo fueron rescatados tras permanecer 23 horas perdidos en la cueva de Honseca - Foto: DPLo que más les afectó, según cuentan, fue el frío que les provocó tiritar fuertemente. El padre se adentró con el torso desnudo y el hijo iba en pantalones cortos y camiseta. Además, no llevaban nada de comida ni agua, pues su intención era «entrar y salir». Las corrientes de aire les afectaron mucho y trataron de excavar un agujero que les permitiera resguardarse. Además, el joven se mojó el pie y notó un frío extremo en la zona. «Eso era lo que más me preocupaba», cuenta el padre.

Por otro lado, vieron cómo las horas pasaban y nadie acudía en su rescate. Por ello, intentaron andar para mantenerse activos y, durante la noche, trataron de seguir despiertos. «Creía que si nos quedábamos dormidos no nos volveríamos a despertar», explica.

Rescate. Las unidades de emergencia fueron alertadas por la madre del joven y, al mediodía del día siguiente, 23 horas después de la inmersión, escucharon voces. «Yo empecé a gritar y después nos quedamos callados porque también creíamos que eran alucinaciones nuestras», añade. «Cuando vimos que aparecía alguien fue como ver a Dios».  

Las lesiones no fueron más que unos rasguños y ambos rechazaron la atención médica una vez salieron a la superficie.