Toma del castillo de Fuentes de Valdepero

José María Nieto Vigil
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Geografía del Movimiento Comunero

Toma del castillo de Fuentes de Valdepero

El alzamiento de las Comunidades contra la Corona tuvo lugar exclusivamente en el Reino de Castilla. No afectó a los territorios de la Corona de Aragón, en donde se desarrolló otro fenómeno conocido como las Germanías (1519-1523), una revuelta de carácter político y social ajena al castellano.


La mayor intensidad del movimiento comunero tuvo lugar en las provincias de Valladolid, Palencia, Salamanca, Segovia, Ávila, Madrid, Guadalajara y Toledo. En otras representó un fenómeno predominante, caso de Cuenca, Burgos, León, Ciudad Real, Cáceres, Asturias, Albacete y Murcia. Entre las ciudades comuneras no representadas en Cortes destacarían: Palencia, Medina del Campo, Aranda de Duero, Plasencia, Úbeda y Baeza. No tuvo incidencia en Galicia, Cantabria, País Vasco o Navarra. Apenas si conoció algunos capítulos en Andalucía. Se trata pues de un fenómeno con dos núcleos principales separados por el sistema central: Toledo y Valladolid.


Ciudades que cambiaron de bando, inicialmente sublevadas, luego sometidas a la autoridad real fueron Tordesillas, Burgos, Sevilla y Jaén. Otras serían leales al rey desde el principio hasta el final del conflicto: Medina de Rioseco –la única de la cuenca del alto Duero-, Cáceres y sobre todo en Andalucía: Cádiz, Gibraltar, Carmona, Écija, Jerez, Ronda, Antequera y Andujar. En ellas hubo algunos pequeños conatos que no revistieron gravedad alguna. 

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Paralelas y coincidentes con la revuelta de las Comunidades fueron las revueltas antiseñoriales. Una situación que, en algunos casos, se mezclaría con las reivindicaciones de las ciudades, dando lugar a una radicalización política que provocaría el rechazo de los señores a la causa defendida por la Santa Junta. Los motivos de tales sublevaciones eran los abusos de poder señorial y la presión fiscal sobre sus vasallos. De otra parte, el reclutamiento forzoso de tropas por parte de los nobles para sofocar los levantamientos provocó, dado el temor que inspiraba la formación de ejércitos amenazantes para los comuneros, que estos secundaran, pese a muchos de los excesos cometidos en tales conflictos, las reclamaciones del campesinado contra sus señores.


Las que desembocaron en apoyo a la Comunidad fueron Nájera, Portillo, Dueñas, Villamuriel, Castromocho, Chinchón, Moya, Orgaz, El Provencio, Santa María de Campo de Ros, Ciempozuelos y las Merindades (Castilla Vieja, Sotoscueva, Valdeporres, Montija, Valdivieso, Losa y Cuesta Urria. Por el contrario, no derivarían en un apoyo a los sublevados contra el rey: Olmedo, Madrigal, Arévalo, Villacarrillo y Cazorla.


Dueñas era lugar del señorío de los III condes de Buendía (Juan de Acuña y María de Padilla); Castromocho señorío de los II duques de Benavente (Alonso Pimentel y Pacheco y María Pacheco); mientras que Villamuriel era lugar de señorío episcopal (Pedro Ruiz de la Mota).

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Cronología. Finalizaba 1520 y dos importantes reveses se habían producido en el bando comunero desde que, en abril, Toledo se hubiera levantado. De una parte, el fracaso en el intento de la toma de la fortaleza de Alaejos por parte de Luis de Quintanilla, regidor de Medina del Campo, en octubre. Era señorío de Antonio Fonseca, destituido como capitán general del reino tras el incendio de Medina el 21 de agosto, por Adriano de Utrecht. Se pretendía dar un escarmiento a su comportamiento criminal perpetrado junto a Rodrigo Ronquillo y Briceño, entonces alcalde de Zamora, regidor perpetuo de Arévalo y, alto funcionario judicial de la Sala de Alcaldes de la Casa y Corte de Su Majestad. Ambos huirían a Portugal para embarcar rumbo a Flandes para dar cumplida cuenta de los sucesos al ya proclamado emperador.


Sin embargo, fue especialmente grave la pérdida de Tordesillas (5 de diciembre). Supuso perder una notable ventaja política y militar, ya que se desaprovechó la importantísima baza de tener bajo custodia a la reina Juana I. Con ella se perdía el sello real, imprescindible para dar curso a todo tipo de documentación oficial. A mi modo de ver, la confusión y la desorientación empezaron a adueñarse de los ánimos de la Comunidad. De una manera evidente dos tendencias se manifestaban abiertamente. Los partidarios de iniciar las negociaciones con la autoridad real (minoría), y los que pretendían proseguir en sus empeños políticos proclamados en la Ley Perpetua de Ávila (mayoría), pugnaban por dirigir la revuelta. Triunfaría la postura de los segundos. Además, esta capital circunstancia, obligaría a trasladar la Santa Junta a Valladolid (15 de diciembre), desde Tordesillas, a donde había llegado el 6 de septiembre. Ya solamente once ciudades estarían representadas.


No obstante, desde el punto de vista militar, las exitosas campañas de Juan de Padilla, que tomaría Cigales y Torrelobatón durante una campaña iniciada el 17 de enero de 1521, y la exitosa campaña del obispo comunero, obispo de Zamora, Antonio Osorio de Acuña, en Tierra de Campos de Palencia, durante el mes de enero y comienzos de febrero de 1521, tomando plazas como Fuentes de Valdepero, Magaz o Frómista y alentando los ánimos comuneros, representarían el cénit de los avances comuneros en el terreno castrense.

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El obispo acuña. Los sucesos acaecidos en Fuentes de Valdepero, el 7 de enero de 1521, hay que situarlos dentro del contexto de la campaña militar del obispo de Zamora, proclamado por el papa Julio II en 1506, con el apoyo de Fernando II de Aragón.


Sería el periodo conocido como 'la Dictadura del obispo Acuña', que se extendería entre el 23 de diciembre de 1520 y el 27 de enero de 1521 por Tierra de Campos palentina. Esta denominación fue creada por el insigne historiador hispanista Joseph Pérez en su magnífica obra La revolución de las Comunidades de Castilla (1520-1521), su tesis doctoral, sin duda, la obra más importante publicada sobre el levantamiento comunero.


En agosto de 1520, cuando tuvo conocimiento del incendio de Medina del Campo (21 de agosto), se encontraba en Toro. Fracasó en su intento de entrar en Zamora y regresó a la ciudad toresana para derribar las casas del regidor, Pedro de Bazán, que había tomado parte en el incendio medinense, junto a Antonio de Fonseca, señor de Coca y Alaejos, y Rodrigo Ronquillo y Briceño. Era el 26 de agosto de 1520.


Entre septiembre y octubre de 1520, expulsó de Zamora al III conde de Alba de Liste, Diego Enríquez de Guzmán (1488-1556). Su condición comunera era ya una realidad.


Fuentes de Valdepero. Villa situada a algo más de nueve kilómetros de la capital, era un lugar de señorío de Andrés de Ribera II, casado con María Tello. Él era hijo de Andrés Ribera I, alcalde y corregidor de Burgos, casado con Constanza Sarmiento, hija de los condes de Salinas de Araña, Diego Gómez de Sarmiento y María Villandrando. Era hermana de María Sarmiento, Teresa Sarmiento, Mencía Sarmiento y Francisco Sarmiento. 


María Tello era hija de Nicolás Tello, oidor del Consejo Real de Carlos I, Comendador de la Orden de Santiago y hombre de confianza de Guillermo de Croy (1458-1521), señor de Chievres, e Isabel de Deza. El matrimonio tuvo cinco hijos: Diego Deza, Nicolás Tello, María –casada con Andrés de Ribera II-, Ana y Garcí Tello. Así pues un árbol genealógico de la familia Sarmiento, a la sazón Señores de Fuentes de Valdepero y Adelantados Mayores de Galicia. El señorío sería vendido a Don Diego de Acebedo en 1530.


Tanto el doctor Tello como su yerno, Andrés de Ribera II, eran vecinos residentes en Valladolid en 1520. El primero destacó como oidor del Consejo Real, es decir, juez que en las audiencias del reino oía y sentenciaba causas y conflictos. Con la llegada de la corte flamenca, desarrollaría una labor encomendada por el consejero y privado del rey, Guillermo de Croy, en lo relativo a las finanzas. Esta ventajosa posición le aportaría pingues ganancias que enriquecerían de forma notable su patrimonio personal y familiar. Fue detenido en Valladolid, el 30 de agosto de 1520, y trasladado a Tordesillas junto a otros miembros del Consejo capturados (doctor Beltrán, doctor Cornejo, o el licenciado Herrera). Posteriormente, de manera casi inmediata, serían puestos en libertad. Se trasladarían a Medina de Rioseco a ponerse a resguardo junto al cardenal Adriano de Utrecht y el IV almirante de Castilla, Fadríque Enríquez de Velasco (1460-1538). 


Se acercaban las navidades y el doctor Tello, en lugar de permanecer en Medina de Rioseco o trasladarse a Burgos, como hicieron otros consejeros, junto al III condestable de Castilla, Iñigo Fernández de Velasco y Mendoza, decidió pasar las fiestas en la fortaleza familiar de Fuentes de Valdepero. Era alrededor del día 13 de diciembre. Circunstancia que fue aprovechada por el obispo Acuña para planear el ataque y captura del dignatario real.


Pero un suceso inesperado aconteció. El 25 de octubre fue enviado por la Santa Junta a Palencia, el fraile agustino Bernaldino de Flores. Su misión, ante las reiteradas exigencias del concejo palentino, era la de informar y alentar la causa de la Comunidad en Palencia que, hasta entonces, no se había manifestado especialmente activa. Su labor no sería suficientemente eficaz para incentivar la sedición. Se presentó ante los regidores y diputados y contactó con los afines a la causa. Sin embargo, el corregidor, Sebastián Mudarra y don Diego de Castilla, capitán de las tropas, seguían siendo afines al rey. El regidor, ante la amenaza que se cernía sobre su vida, se ausentó de Palencia bajo pretextos personales, delegando sus funciones en el licenciado Juan Núñez de Herrera. Una situación transitoria que duraría aproximadamente mes y medio, hasta el definitivo posicionamiento a favor de la Comunidad.


Durante el 30 de octubre, mientras Bernaldino de Flores retornaba a Valladolid, fue capturado por los realistas y trasladado a Medina de Rioseco. No fue ajusticiado y se le respetó la vida. Este hecho alentó a Acuña a poner en marcha su proyecto contra el doctor Tello, pues esperaba que con su apresamiento se pudieran intercambiar prisioneros. Es decir, el doctor Tello por fray Bernardino u otros procuradores capturados tras la caída de Tordesillas (5 de diciembre).


Trece procuradores fueron apresados: Antonio de Quiñones y Juan de Benavente (procuradores por León); comendador Almaraz y Pero Sánchez (Salamanca); Juan de Solier (Segovia); Diego del Esquivel (Guadalajara); doctor Cabeza de Vaca (Murcia); Diego de Montoya (Toledo); Gómez de Ávila (Ávila); Pedro Merino (Toro); licenciado Santiago (Soria) y el doctor Zúñiga (Burgos). Pese a la posterior captura y reiterada petición de la Junta de alcanzar un acuerdo de intercambio de presos, jamás llegaría a formalizarse.


Palencia fue más comunera que nunca con la llegada del obispo comunero, Antonio Osorio de Acuña. Entre el 23 de diciembre de 1520 y principios de febrero de 1521, se hace dueño y señor de Tierra de Campos. Tanto su llegada como su marcha fue una decisión tomada en Valladolid a instancias de la Santa Junta. Recibió todos los poderes para acometer su ardua empresa, es decir, carta blanca para actuar con total libertad, aún cuando sus métodos expeditivos fueran criticados y hasta rechazados por sus correligionarios comuneros.


El 23 de diciembre llega a Dueñas, señorío de los III condes de Buendía, Juan de Acuña y María López de Padilla. El día 24 consigue que el Regimiento de Palencia nombrase corregidor a un hombre de su confianza, Antonio Vaca de Montalvo, y como alcalde a Esteban Martínez de la Torre, quien se encargaría de las cuestiones judiciales. Ambos tomarían oficialmente sus cargos el día 28 del mismo mes. 


Su prolífica labor organizativa dio resultados, consiguiendo que, entre el día 24 de diciembre y el 4 de enero de 1521, la Comunidad esté sólidamente asentada en nuestra tierra. Consiguió recaudar más de cuatro mil ducados, reclutó soldados y alentó con misivas a las behetrías de Campos y Carrión. Hecho esto, retornaría a Valladolid a descansar. El 6 de enero se encontraba de vuelta en Dueñas, su habitual cuartel general. 


Nuevamente en Palencia, iniciaría una intensa y lucrativa actividad militar. Los dominios de los señores serán sus objetivos, denunciando estos sus saqueos y actos de vandalismo ante Adriano de Utrecht. Así, el 7 de enero conquistaría y saquearía Fuentes de Valdepero; al día siguiente, nombró alcalde Mayor del Adelantamiento de Castilla en Palencia a Esteban Martínez de la Torre. El 9 tomaría Trigueros y durante las jornadas siguientes recorrería Castromocho, Becerril, Paredes de Nava, San Cebrián, Cervatos, Carrión, Villalcázar de Sirga, Frómista, Piña, Amusco, Támara y Astudillo. Su labor fue febril y sumamente efectiva para las arcas e intereses comuneros. 


Hombre comprometido, batallador y enérgico, fue enviado dotado de poderes absolutos sobre Palencia y Burgos, en donde el III condestable de Castilla, Iñigo Fernández de Velasco y Mendoza, resultaba una seria amenaza, como después se comprobaría.
Su encomienda era diáfana: avivar el fervor revolucionario, conseguir hombres de armas, percibir impuestos que sufragaran los gastos bélicos, asentar una organización devota a la causa de la Comunidad y, sin miramientos, desterrar, reprimir y castigar a los sospechosos de traición. Y a fe que lo consiguió en tan breve espacio de tiempo. Sus galopadas y arengas resuenan en los Campos Góticos palentinos.


Sucesos. Era la madrugada de aquel fresco día 7 de enero cuando ocurrirían los graves y notorios hechos perpetrados. Por aquel entonces, ciento cuarenta y cinco vasallos vivían en Fuentes de Valdepero. Gentes hacendadas y laboriosas acogidas al señorío de la familia Ribera, viviendo con muchas estrecheces a consecuencia de la presión fiscal (alcabalas, tercias, arriendos y los servicios extraordinarios), la pertinaz sequía, las malas cosechas, las frecuentes epidemias y la marcha de muchos en busca de mejor fortuna. Un denominador común en todos los lugares de aquella, antaño feraz, Tierra de Campos. La Guerra de Las Comunidades vino a complicar, más aún si cabe, el negro panorama de un pueblo aquejado por la estrechez y las necesidades. Sin embargo, el deseo de libertad y solución a sus problemas representaba, al menos en apariencia, la causa defendida por la Comunidad, proyectada por la Santa Junta. En resumen, la situación era insoportable e inaguantable para el común de las gentes.


Se estima que, dirigidos por el obispo Acuña, serían unos mil los asaltantes. Gentes procedentes de Valladolid, Palencia, Dueñas, o Fuente Sauco. Una cantidad algo excesiva que algunos autores rebajan a los doscientos. Como jefes de las huestes comuneras intervinieron los capitanes Pedro López de Calatayud, 'el Mozo'(Valladolid), Lárez y Salazar, presumiblemente de Valladolid y, Valdés, a quien se le sitúa en la ciudad de Madrid. De Dueñas llegaron miembros de la familia Niño (Francisco, Pedro, Rodrigo y Fernando), protagonistas del levantamiento eldanense contra el conde de Buendía, de Valladolid destacó Antón de Deza (criado de Acuña) y de Palencia, entre otros, Antonio de San Román, Francisco Gómez y Rodrigo Brizuela. Los lugareños se encontraron divididos. Algunos se pusieron del lado de los asaltantes –se tiene constancia de la participación de dos vecinos: Vivancos y Montes -; otros, por el contrario, buscarían refugio en el interior de la fortaleza.


Los comuneros disponían de artillería que, sin embargo, no utilizarían, escopeteros con arcabuces y escopetas, alabardas, picas, lanzas, ballestas, espadas y otros útiles. Como casco, algunos hombres utilizaban el capacete y barbote. Básicamente era infantería y una pequeña fuerza montada a caballo. Para ser identificados en el campo de batalla, llevaban un brazalete de color carmesí en el brazo izquierdo. En principio una fuerza bien pertrechada y equipada para acometer el asalto al castillo. Pero este, construido en sillería muy resistente y de grandes proporciones, se presentaba como un recio baluarte inexpugnable.


El edificio ocupa una superficie de dos mil metros cuadrados. En su época, S.XIV-XVI, fue la fortaleza más importante y sólidamente construida de toda Castilla. Es una obra de singular belleza, concebida para uso palaciego y residencial, de ahí sus dimensiones. La forma de su plano es cuadrado, con cubos en las esquinas y una excepcional torre del homenaje adosada al lienzo norte. Su altura era de casi doce metros, y un espesor de once metros. Mide sesenta metros de largo y treinta y siete en su parte más ancha, correspondiente a un gran patio de armas. La torre del homenaje, emplazamiento defensivo en sí misma, tiene una altura de veinticinco metros. 


En su lado este, se encuentra la entrada principal, flanqueada por dos garitones con matacanes. Su cubo SE presenta una interesante ventana ojival y dos escudos de armas de los Sarmiento en los que destaca, en campo de azur, trece bezantes de orlado en oro con inscripción en la que se dice «D. Diego Sarmiento Conde de Santa Marta Adelantado Mayor de Castilla». Completaba la defensa una barrera baja y, muy probablemente, un foso.


Es un castillo lozano, señorial, robusto y de dignísima fábrica, motivo de orgullo para los fuenteños. La villa tuvo en su momento un perímetro amurallado con dos puertas, de las que se muestran en la actualidad restos que lo evidencian. Una, la mejor conservada, estaba situada al norte y daba salida hacia Monzón; la sur, peor conservada, permitía la entrada desde Palencia. En definitiva, un lugar de consistente defensa ante cualquier eventual ataque.


Llegadas las huestes de Acuña a Fuentes, instan a la rendición de la plaza. Sin embargo, la esperada rendición no sucede. Esto da lugar a una refriega que no alcanza a provocar la ocupación. Tras una breve tregua durante la cual se inician conversaciones, se entable un nuevo combate. Finalmente, tras quemar la puerta y derribarla consiguen la claudicación de los defensores. Los lienzos de las murallas eran impenetrables e imposibles de ser asaltados. Se estima que fueron ocho los muertos caídos en los enfrentamientos. Tal y como se habló durante las negociaciones, se respetará la vida de la familia de Andrés de Rivera y el doctor Tello, que serían apresados. Acuña había conseguido su objetivo ansiosamente deseado.


El castillo fue sometido a saco y el botín capturado no fue desdeñable, y sí muy importante para las necesitadas arcas de la Comunidad. Obtuvieron oro, plata, piedras preciosas, perlas, tapices, seda, paños, aljófar, gran cantidad de víveres (trigo, cebada, queso, vino, cecina…), también caballos y carneros. Especial mención merece la leña, que por tratarse de un invierno duro, fue enormemente necesaria. Es por esta causa por la que se procedió a la tala del monte cercano.


 La familia de los señores de Fuentes fue apresada. El trato recibido no fue especialmente considerado. Semidesnudos, mal vestidos, les fueron colocados grilletes y conducidos a caballo, con una escolta de treinta hombres a caballo, primero a Palencia, luego a Dueñas y, finalmente, a Valladolid. Serían sometidos a un largo cautiverio en penosas circunstancias, las mismas en las que se encontraban los procuradores apresados en Tordesillas por los realistas. Todo ello pese a las declaraciones de la Santa Junta que, de manera infructuosa, habían reclamado un trato mesurado para los reos.


Se iniciaría un largo y penoso cautiverio de casi cuatro meses de duración. Distintos zonas fueron su lugar de reclusión. Con toda certeza estuvieron en el palacio de Santa Cruz, propiedad del ya fallecido cardenal Mendoza, Pedro González de Mendoza (1428-1495) y en 'Las casas del Almirante de Castilla'. Estas estaban situadas el la Plazuela Vieja, donde hoy se encuentra la iglesia de Nuestra Señora de las Angustias y el teatro Calderón. El edificio fue demolido en 1863.


 El 23 de abril, tras la derrota de Villalar, la Junta acuerda su puesta en libertad. Entonces se encontraban custodiados por Rodrigo de Balboa, alcaide en la Torre del palacio de los condes de Osorno, hoy desaparecido y que se encontraba en la calle Francos, en la actualidad Juan de Mambrilla. De igual manera, se instó a la rendición de la fortaleza al alcaide Juan González. El señor Rivera entregaría al alguacil de Burgos, Juan de Cuero, a la familia Niño, para que fuesen debidamente procesados. De manera inmediata, se iniciaron los pleitos para el cobro de las indemnizaciones y el castigo de los culpables. Se consigue, con rapidez, requisar y apresar a los habitantes de Fuentes que hubieran participado en el ataque y saqueo del castillo. La celeridad en el cobro de las responsabilidades económicas y personales de los partícipes se debe, como no podía ser de otra manera, a la posición privilegiada del doctor Tello en cuestiones de Justicia. Exigió, con excesiva exageración, treinta mil ducados y como garantía de cobro los bienes del obispo Acuña.


En 1522 comienzan los procesos judiciales sin más demora. Se solicita a Antonio de San Román, un millón trescientos mil maravedís; se reclama a Juan Hernández la plata robada; a Martín de Paredes los ovillos de seda sustraídos; al obispo Acuña la declaración pormenorizada del valor de lo requisado. Ante la negativa de éste a hacer tal propuesta, se estima como justa la que efectuó el doctor Tello, cifrada en cinco millones y medio de maravedís –más de catorce mil seiscientos ducados-, más los seiscientos sesenta y ocho ya cobrados. A Acuña se le exigió un memorial del valor de lo saqueado y pago en un plazo de tres días, de lo contrario Tello recibiría dos millones de maravedís -aproximadamente cinco mil trescientos ducados- y, a Andrés de Rivera seis mil seiscientos ducados. Pero Acuña, por sus numerosas cabalgadas y saqueos, no ya en Tierra de Campos, sino en Toledo, tenía una larga lista de denuncias que pesaban sobre sus espaldas y sobre sus cuantiosos bienes.


El Consejo de Castilla, dada la posición privilegiada de Tello, consigue el cobro de manera casi inmediata a la sentencia dictada, en un momento de avalancha de peticiones de señores y concejos afectados sobre los bienes del obispo de Zamora. Así, se manda a Lucas Cabral –clérigo de Oviedo-, tenedor de los bienes de Acuña, en nombre Diego de Muros III –obispo de Oviedo- que se pague a los señores de Fuentes de Valdepero antes que a ningún otro solicitante. No serían los primeros, ya que Pedro de Cartagena y el comendador de Vivero se adelantarían en el cobro de las indemnizaciones, aún cuando los pleitos por los pagos pendientes se prolongarían durante años.


Andrés de Ribera II, con la cuantiosa cifra recibida, procedería a la reparación de los daños ocasionados durante la Guerra de las Comunidades.