Antonio Álamo

Antonio Álamo


Misivas

18/08/2022

El que fuera senador popular por Palencia, Rodrigo Mediavilla, tiene una costumbre que sus antiguos compañeros de la rama juvenil del partido y de la Cámara Alta quizá extrañen por la modificación que experimentará a partir de ahora. Lo comprobarán estas Navidades. Y es un tanto infrecuente. Por estas fechas, o seguramente algo más tarde, tal vez en septiembre u octubre, echaba un vistazo a los bancos de datos con imágenes que aparecen en Internet y compraba los derechos de reproducción de aquella que le parecía más apropiada. El siguiente paso que daba era más sencillo todavía. La imprimía en papel y la imagen, ya convertida en una felicitación navideña, terminaba en el interior de un sobre con una dirección postal. Manuscrita y a bolígrafo. El último paso era más bien un paseo de muchos pasos puesto que se acercaba a un buzón.
Y tiene otra costumbre que es todavía más insólita y la puede descubrir quien relea el comunicado de su renuncia al acta de Senador por Palencia, obtenido en las elecciones del 28 de abril de 2019 y revalidado después. Lo es porque de alguna manera quiebra una innovadora tradición que resulta asquerosa en la política española y que consiste en desacreditar al rival a cualquier precio. La que él pone en práctica se halla en las antípodas porque en su despedida escribe que desea de corazón acierto a la Ministra de Defensa en su toma de decisiones, pues redundará en beneficio de todos, y reconoce el talante conciliador de quien ha sido durante estos años presidente de la Comisión de Defensa, Cesar Mogo porque -añade- ha contribuido a que sean más los acuerdos que las discrepancias. Que las razones de su renuncia se fundamenten en motivos exclusivamente personales y laborales, así lo asegura, es algo que forma parte de la esfera privada. En cualquier caso es un asunto distinto aunque eso no impedirá que haya conjeturas varias sobre su decisión. Sería lo normal. Por lo demás, en su partido deberían prestar cierta atención a esta manera de despedirse. Con elegancia. O con swing, como escribió Manuel Vicent. O con ambas cosas. Justo lo que no tuvieron ni tendrán quienes, especialmente los colaboradores directos, protagonizaron el calvario de Pablo Casado, palentino también.