Bodas. Situaciones curiosas

Fernando Pastor
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En alguno pueblo, los padrinos de la boda también los eran del primer hijo

Bodas. Situaciones curiosas

En Villaconancio, darles cagajones de caballo rebozados en harina simulando pasteles. En Alba de Cerrato, mojarlos en el pilón. 

En el Cerrato se han producido situaciones curiosas relacionadas con las bodas.

Bodas. Situaciones curiosasBodas. Situaciones curiosasEn Castrillo Tejeriego los padrinos de la boda eran también los padrinos del primer hijo.

En Hérmedes de Cerrato, tras el derrumbe de la iglesia, las bodas se celebraron en la escuela, o en la ermita quien pudiera pagar por utilizarla.

En Villaviudas los hombres invitados no iban especialmente bien vestidos, pues se pensaba que pecaban de finolis, por lo que iban con un toque a descuidado. En cambio las mujeres sí iban muy peripuestas.

En Torquemada a veces se casaban varios hermanos el mismo día para que la familia ahorrara dinero haciendo una única celebración. También era frecuente que la novia vistiera de negro y con un velo de tres puntas. El vestir la novia de negro era lo normal en otras muchas localidades.

En Torresandino acudía un juez a la ceremonia religiosa para que con su presencia y la firma de los novios y los testigos, el matrimonio civil quedara registrado simultáneamente al religioso. Por ello firmaban en dos libros distintos.

En Peral de Arlanza una novia, R., se volvió atrás y dejó plantado in extremis al novio, S. Los vecinos les sacaron un cantar por ello: «S. y R. ya no se casan, los garbanzos a remojo y la carne en casa». Lo curioso es que años más tarde se convirtieron en consuegros: una hija de él se casó con un hijo de ella.

En Royuela de Río Franco existían lo que se llamaban vistas: una especie de dote por la que los padres del novio tenían que comprar a la novia toda la ropa del día de la boda, incluida la ropa interior.

En Villafuerte un día de mayo de hace más de 100 años, un grupo de mujeres que estaban sentadas a la solana vieron como Alejandro Casado, que llegaba procedente del campo, donde había estado arando con un par de mulas, caía del caballo. Lo metieron en casa pero no había nada que hacer. Un infarto lo había fulminado. Su novia, Tina, con la que ya tenía fecha fijada para la boda, se puso de luto y permaneció toda su vida soltera y vestida de negro. Fiel al recuerdo de Alejandro, incluso tratando a los sobrinos de este como si fueran sus propios sobrinos.  

CUITAS MATRIMONIALES EN FUENTES DE VALDEPERO. Areños Muñoz Rodríguez, funcionaria de la Biblioteca de la Diputación de Palencia, ha relatado en la revista Horizontes, que edita la Asociación de Amigos del Castillo de Fuentes de Valdepero, una serie de sucesos matrimoniales acaecidos en esta localidad.

Cuenta que Isabel López y Hernando García, ambos viudos, se casaron el 12 de abril de 1605 y antes de los dos años de matrimonio ella presenta demanda de divorcio ante el Provisor del Obispado, alegando malos tratos y «defectos de su persona». 

Respecto a lo primero, él lo niega, aunque reconoce que si alguna vez ha ocurrido ha sido en aras a corregirla para que se aplicara al gobierno de la casa y al servicio de su marido, a lo que como mujer está obligada, según recogen las normas tanto civiles como eclesiásticas.

Respecto a los «defectos de su persona» se refería a las consecuencias de una operación para extirparle una piedra en la vejiga. La herida no cicatrizó bien y por ella manaba la orina sin solución de continuidad, lo que no solo le obligaba a llevar permanentemente un orinal de hoja de lata, sino que producía una hediondez tan insufrible que imposibilitaba estar junto a su persona y dormir con él cada noche es imposible porque se moriría de asco y enfermaría, como ya había ocurrido una vez que necesitó ir a curarse a Palencia.

Ambos cónyuges acuerdan separación provisional hasta que se dicte sentencia. Pero Hernando no soporta las murmuraciones ni verla sin poseerla, por lo que le pide a Isabel que o vuelva con él o se vaya del pueblo (le sugiere ir a Villalobón con su hija). Ante la negativa de ella, Hernando intentó asesinarla a golpes y puñaladas, evitándolo unos vecinos. Finalmente accede a irse, pero solicita una pensión de un real diario para manutención y de 24 reales para las costas del juicio. Él se niega, alegando que ya le ha devuelto la dote y que tiene medios económicos suficientes, negativa que le supone ser excomulgado temporalmente.

Aunque no se tienen noticias sobre la sentencia, es de suponer que fuera contraria al divorcio, ya que este solo se concedía por impotencia masculina y consta que el matrimonio había sido consumado, aunque sin posibilidad de engendrar ya que el semen le salía por la herida y no por donde debiera. 

Otra historia que cuenta Areños Muñoz es la mala suerte que tuvo Félix de Melgar Gil, vecino de Monzón de Campos, en su intento de matrimoniar con dos chicas de Fuentes de Valdepero, lo que le llevó a interponer ante la Audiencia Episcopal de Palencia sendas demandas por incumplimiento de palabra matrimonial.

Primero lo intentó con Francisca de la Torre, con quien tras un noviazgo de 15 meses obtuvo promesa de matrimonio, pero los padres de ella se negaron aduciendo la diferente condición social y económica del pretendiente. Pese a que Félix contrató como celestinas a Bernarda Matanza y Teresa Puerta para que dijeran falsamente que poseía riquezas y para que propiciaran encuentros y entregas de regalos entre la pareja (regalos y dinero que a veces se quedaban furtivamente las celestinas), no surtió efecto, por lo que interpuso demanda por incumplimiento de palabra en abril de 1729. Sin embargo finalmente la retiró para que su amada pudiera casarse con quien le aportara más ventajas.

Dos años después, Félix volvió a beber los vientos por otra muchacha de Fuentes de Valdepero, Francisca Santiago Gatón, con quien se repite la historia: tras apalabrar matrimonio con ella su madre, viuda, se opone.

Félix solicita al provisor que dicte alejar a Francisca de su familia para evitar presiones y así pueda manifestar libremente sus intenciones en la declaración judicial. 

El juez accede y Francisca se reafirma en la decisión de casarse con Félix, solicitando además acelerar los trámites, como ser dispensada de dos de las tres amonestaciones previas. Con todo ello, la boda tuvo lugar el 19 de agosto de 1732.