Pilar Cernuda

CRÓNICA PERSONAL

Pilar Cernuda

Periodista y escritora. Analista política


Daños colaterales

20/02/2022

Pedro Sánchez debe estar aplaudiendo con las orejas. En uno de los muchos momentos complicados de su mandato, con mal resultado en Castilla y León, tensiones serias en su gobierno, reforma aboral aprobada gracias a un diputado del PP, el coste de la energía disparado, preocupantes cifras económicas y un largo etcétera de problemas, salta por los aires la estabilidad del PP. Pablo Casado debería recibir un jamón desde Moncloa para agradecerle los servicios prestados. Son tantos y tan buenos que por el PSOE corre la especie de que Pedro Sánchez podría convocar elecciones cuanto antes, tiene todas las de ganar cuando hace apenas dos meses el escenario era inquietante para la izquierda. Una vez más, la capacidad de la derecha para autodestruirse, se ha demostrado inconmensurable.

Podemos y Más Madrid han visto su oportunidad de echar del ayuntamiento a Martínez Alcaide con una moción de censura en la que propondrían a Begoña Villacís; los dardos entre Génova y Sol pueden provocar un corrimiento de tierras en la derecha y que miles de votantes decidan aproximarse a Vox, lo que más conviene a Sánchez porque es impensable que hoy pueda Abascal ganar unas elecciones pero sí dejar temblando al PP de Casado. Y encima la pelea interna del PP hace mella a en una figura que hoy se ha convertido en una especie de mito nacional, capaz de conseguir un resultado asombroso, histórico, con la ayuda de votos procedentes no solo de su partido sino también de otros, incluidos de la izquierda socialista. Y según las malas lenguas, también del partido con el que Sánchez tiene coalición. Podemos, cuyo dirigente nacional Pablo Iglesias se vio obligado a abandonar la política tras el repaso humillante que le dio Ayuso cuando pretendió competir con ella por la presidencia del gobierno regional.

En las gestiones de crisis, la primera regla es dejar siempre una salida al adversario, que la derrota no sea mortal, que haya posibilidad de una solución que permita al enemigo salir del escenario con una cierta dignidad. La mayoría de los dirigentes regionales del PP cuya potencia han traspasado los límites de su circunscripción y se han convertido en dirigentes nacionales, se resisten a entrar en la guerra Ayuso-Casado, y hasta ahora mantienen que son leales con el presidente del partido. Como es su obligación, faltaría más. Pero llegan hasta ahí, esa lealtad no la trasladan a Teodoro García Egea, al que culpan de los males del partido aunque saben que no tendría tanta capacidad de hacer y deshacer si no estuviera autorizado por Pablo Casado.

Es probable, seguro, que si Casado se desprendiera de su polémico secretario general la situación cambiaría radicalmente. Más aún si se completara con algunos ajustes en la dirección que son indispensables.

Lo que tiene que decidir Casado es si da prioridad a su amistad con Egea, ahora incondicional, o da prioridad al partido. Tan simple, y tan difícil, como eso.