Nuestro protagonista conoció unos tiempos en los que trabajar era la opción deseable para ayudar a la economía familiar, sobre todo cuando no se tenían muy claras las aspiraciones formativas y laborales. Nunca le importó hacerlo ni le costó demasiado compaginarlo con otras actividades, aunque eso supusiera descansar menos.
Y es que Julio Rodríguez Rodríguez (Revilla de Campos, 1951) siempre fue una persona inquieta, nerviosa, de esas que no saben ni pueden estar quietas. Porque solo tenemos una vida y porque el tiempo es limitado y hay que aprovecharlo al máximo. De ahí que, al abordar su biografía, nos topemos con las marchas, el montañismo, la espeleología, el piragüismo o el ciclismo, al mismo tiempo que asistimos a una sucesión de empleos como dependiente de comercio, responsable del mantenimiento y recaudación de las antiguas cabinas telefónicas, operario en los talleres de la Fábrica de Armas y, ya en su última y más prolongada etapa, vigilante de seguridad en esa misma empresa.
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