Protegidos por San Sebastián

Rubén Abad
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El alcalde ruega en el Voto de Villa ayuda para construir un pueblo de futuro «donde todos quepan» y persista el «espíritu de vecindad»

Protegidos por San Sebastián

La identidad de un pueblo se define a través de su cultura y sus tradiciones. Eso lo saben bien en Paredes de Nava, donde veneran desde hace siglos a su patrono, San Sebastián, en una jornada que los vecinos esperan con ilusión durante todo el año y que ayer recuperó cierta normalidad tras un 2021 algo descafeinado en el que solo hubo misa y Voto de Villa. Así, la iglesia de Santa Eulalia acogió la misa solemne, que dio paso a una procesión por algunas de las principales calles y el reparto de alubias de Saldaña y las típicas rosquillas -que en esta ocasión fueron para llevar- en la plaza de Calvo Sotelo.


Uno de los momentos más emotivos llegó con el Voto de Villa, una de sus más antiguas tradiciones. Momento en el que el alcalde, Luis Calderón, rogó al santo corito «ayuda para dirigir bien nuestro mañana» y para construir «un pueblo donde todos quepan, donde ese espíritu de vecindad que ha estado tan presente estos años no se pierda y nos ayudemos mutuamente».


Esta tradición bebe sus orígenes en el siglo XV, cuando una terrible epidemia asoló el pueblo y los paredeños de la época se encomendaron al patrocinio del «glorioso mártir» y proclamándolo, desde entonces, su patrono. Seis siglos después, aquella petición sigue más presente que nunca en un 2022 marcado por la covid -«estos años de sufrimiento ha sacado lo mejor de muchos de vosotros [los vecinos] y eso hace que nos sintamos orgullosos de nuestro pueblo», dijo el primer edil-,  y que también ha tenido muchas cosas buenas como el aumento del padrón en 27 personas en tan solo un año. 


Una gesta para la España Vaciada que dice mucho de Paredes y de los paredeños. Un contrapunto a  años en los que otra «peste», la de la despoblación y la falta de oportunidades, azota con fuerza al medio rural. Una enfermedad que sufre y padece la mayoría de pueblos y que se traduce en la emigración a grandes ciudades de vecinos que acaban por olvidar «nuestro frío, nuestro azul y nuestro adobe».


Y es que, como señaló Calderón en el Voto de Villa, «hay gente que quiere volver y fortalecer sus lazos con el pueblo y hay gente nueva que viene y se siente acogida y querida por vosotros [los vecinos]. Qué queréis que os diga [dirigiéndose a sus paisanos], lo estáis haciendo muy bien».