Activo, comunicativo, con don de gentes, amigo de sus amigos, defensor de las causas que considera justas, aficionado a escribir, amante del patrimonio, convencido de que los palentinos no siempre apreciamos las joyas que tenemos en casa ni colocamos a los artistas locales en el lugar que merecen, apasionado de la vida y padre y abuelo feliz, Alfonso Santamaría Diez no ha dejado nunca de buscar, de sorprenderse, de correr y de pedalear. Sin tiempo para el aburrimiento y jubilado desde hace seis meses, sigue madrugando, escribe con cierta regularidad y cuatro días a la semana sale con la bicicleta a hacer marchas.
Porque le gusta, porque es saludable, porque le permite compartir un tiempo de calidad con otros buenos aficionados y porque siempre se descubre algo si se sabe poner el foco en lo que nos rodea. En lo que es más importante.
«Hace mucho tiempo, cuando mis hijos eran pequeños e iban al colegio Padre Claret, uno de los profesores me dijo que lo importante no era las notas que sacaran, sino que fueran buenas personas. Y lo son, como creo que lo soy yo, que siempre he intentado ayudar a la gente y sigo haciéndolo», relata. Son máximas de vida como esta, sencillas en apariencia pero no siempre fáciles de aplicar, las que contribuyen a que la buena gente se acueste cada noche con la grata sensación del deber cumplido. Es lo que Alfonso Santamaría ha procurado en su trabajo y fuera de él.
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