Jose Luis Ibarlucea

Jose Luis Ibarlucea


Feminismo

31/01/2022

Admiro y comparto la lucha de Rosa Luxemburg o de Clara Campoamor por la conquista del derecho al Sufragio Universal; admiro y comparto con las mujeres de los años sesenta su lucha por la igualdad de derechos de hombres y mujeres, pero me produce compasión la infelicidad que tiene que arrastrar el nuevo feminismo para no defender derechos sino privilegios. Las caras visibles de este feminismo son vendehúmos que a base de propaganda consiguen hacer leyes profundamente injustas, e indirectamente destruyen la igualdad ante la ley de hombres y mujeres, que es la base del Estado de Derecho. La búsqueda del privilegio va unido a que los vagos, mediocres y de comportamiento moral más dudoso no sean discriminados, entre estos, están incluidos la mayoría de sus componentes. Este feminismo del folclore (véase el caso de Juana Rivas) y de la irresponsabilidad, no lucha por los derechos de la mujer en el islam. No tenemos noticias de que algunas feministas hayan ido a Afganistán a conocer y preocuparse por la situación de las mujeres y niñas. Tampoco se las ve pidiendo la cadena perpetua para los bestias que violan y matan a las mujeres. El feminismo es un instrumento para llevar una vida privilegiada.
Lo más terrible es su negación de la Naturaleza Humana. Cromosómicamente el ser humano es hombre o mujer y muy raramente hay que reasignarle sexo. Decir, como decía Simone de Beauvoir, que «la mujer no nace, sino que se hace» o que el sexo es algo cultural, es como decir que ahora los hombres se hacen con dos cabezas y tres piernas. Con unas campañas mediáticas potentes sustituimos la naturaleza humana por esta idea y, en poco tiempo, veremos que alguien se ha operado y lleva dos cabezas y tres piernas; lo que no sabe, es que probablemente sea irreversible. Este feminismo nunca cuenta el caso del Doctor Money y los dos gemelos canadienses. Para realizar este sindiós hay que apelar a lo sentimentaloide porque desde lo racional no se sostiene. Como decía Chesterton: «Una sociedad está en decadencia cuando el sentido común se vuelve poco común». Este dogma decadente del feminismo radical que afirma que la razón es «facha»  es lo extendido como políticamente correcto.