Editorial

La buena salud de los municipios se mide a través del estado d

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Las ciudades y pueblos funcionan como organismos vivos que están en constante evolución y renovación. Las grandes lo hacen a un ritmo vertiginoso mientras que las pequeñas tienen tiempos más dilatados o, como ocurre en los pequeños núcleos rurales, tienden al inmovilismo. Si damos por bueno este paralelismo, uno de los factores necesarios para que las células de este organismo vivo prosperen, es decir, los habitantes, son los edificios, las viviendas.

La comisión de Urbanismo del Ayuntamiento de la capital dará luz verde el próximo lunes a sendas licencias de obra para el derribo de dos inmuebles en la ciudad. El primero de ellos es el número 5 de la calle del Obispo Lozano, en el entorno monumental de la iglesia Nuestra Señora de la Calle, por lo que la edificación que allí se construya deberá tener una fachada que al menos recuerde a la actual en algunos aspectos. El segundo está en al barrio del Campo de la Juventud, el número 15 de la calle de Blas de Otero, un inmueble que no tiene ningún tipo de protección.

En un plazo máximo de seis meses, estos edificios serán reducidos a escombros para dar paso a nuevas construcciones. En el primero se construirán 8 pisos y dos oficinas; y en el segundo, nueve viviendas. El proceso de muerte y nacimiento de inmuebles refleja muy bien el ciclo de la vida en las ciudades, cómo estas dejan lo viejo atrás para renovarse. 

Lógicamente, es en los pueblos donde este proceso de sustituir lo decrépito por lo moderno es más lento. En muchos casos, de hecho, no llega a producirse esa renovación lo que hace que estos municipios luzcan con edificios en ruinas que nunca más volverán a acoger vida. Desde luego, no es el mejor cartel para ninguno de los muchos municipios que existen en la provincia.

Por ese motivo, hay que felicitar a la Diputación por su programa de ayudas para mejorar la salubridad y la seguridad de los inmuebles rurales. Los 150.000 euros que se han invertido este año han sido provechosos, ya que han permitido el derribo de 37 inmuebles abandonados, 33 de ellos de propiedad particular y los otros cuatro de titularidad municipal, en 30 localidades. De hecho, han sido 62 las peticiones cursadas al Servicio de Asistencia a Municipios (SAM), que ha llevado a cabo todas las posibles hasta agotar el crédito disponible. 

Cada uno de esos 150.000 euros -los beneficiarios han corrido con una cantidad similiar- ha estado bien gastado, ya que más allá de eliminar los posibles riesgos que estos inmuebles en ruina presentaban para las personas y los edificios anejos, repercute positivamente tanto en un posible aprovechamiento futuro de los solares, como en el ornato del municipio, lo que seguro agradecerán quienes lo visiten y los que residen en él.