José María Ruiz Ortega

Estampas rurales

José María Ruiz Ortega


San Roque y el perro

13/08/2022

Dentro del puente de la Asunción de la Virgen y San Roque, festividades tan populares que se celebran en toda España, agosto marca una fecha de mudanza vacacional. Una fiesta en medio de agosto, un mes totalmente veraniego, vacacional, festivo y caluroso. Es la fecha en la que ya se asoman  carteles con la llegada del patrono capitalino, en poco más de una semana desempolvamos el programa festivo de pregones, espectáculos, toros, verbenas, conciertos y atracciones variadas en un San Antolín más abierto, después de una cerrada pandemia. Aunque todavía asustan los contagios, hay ganas de celebrar sin restricciones y vivir intensamente la festividad. Pero antes celebramos la Virgen y San Roque. 
San Roque es uno de esos grandes santos populares más venerados en el mundo. En todas las ciudades y localidades europeas que he visitado siempre he encontrado su imagen, tanto en catedrales como en ermitas y oratorios. En los meses duros del covid-19, hemos recordado a este santo para que nos libre de la peste que él vivió a principios del siglo XIII. Cuando no había ni vacunas ni medicamentos se recurría a invocar los milagros de santeros como intercesores de la voluntad divina. Seguro que la mayoría conocemos la historia de San Roque y el perro, tan importante como para figurar en el pedestal en compañía de este simpático chucho. Pero ¿quién fue ese perro? Pues nada menos que su salvador, el que le suministraba su ración de diaria de pan y pudo superar la peste.
Parece ser que el culto a este santo se extendió rápidamente por Europa y luego en el nuevo mundo, y le han dedicado templos y hornacinas. La tradición popular ha creado mitos, tradiciones un tanto extravagantes, incluso con devociones al perro. Se cuentan leyendas de hace siglos, según el Costumari Català, al perro de san Roque se le invocaba contra la rabia, y generó un culto popular a sant Gos (san Perro). Pasada la onomástica de San Roque, continuaban llevando cirios votivos a la imagen en las iglesias de la ciudad, pero no al santo sino al cánido. Era tal la devoción al perro de San Roque que esos días se permitía la entrada de estos animales en la iglesia.