Orfeo o la muerte

Ilia Galán
-

El Teatro Real desciende a los infiernos en la inauguración de su temporada con una brillante composición de Philip Glass que pone sobre el escenario al mito griego

Orfeo o la muerte

Gran lleno y poderoso aplauso inauguraron la temporada del Real, con una ópera de cámara (primera de una trilogía basada en obras de Jean Cocteau), aquí en su Orfeo de 1927, que él mismo transformaría en una película, ya clásica, en 1950. 

Con el mismo título, Philip Glass estrenaría una composición en 1993, fascinado por su poder simbólico, en una nueva interpretación que, con música minimalista, sobre todo en la parte orquestal, parece mucho más gustada por el público que las que proceden de la tradición de Darmstadt, herederos de las vanguardias de Viena, Schönberg y Webern. En el mundo anglosajón hay compositores que no han seguido esa tendencia tan marcadamente atonal, de excesiva ruptura rítmica y cuya sonoridad ha resultado difícil de escuchar a la mayoría.

El trabajo de Glass destaca por personales modos como las transiciones tonales o sus destacados arpegios, evolucionando de una manera que ha sido criticada por lo comercial y a la vez admirada. Música a menudo muy predecible pero también hermosa y brillante que en este estreno coincide con su 85 cumpleaños.

Orfeo o la muerteOrfeo o la muerteRepresentada como coproducción con Teatros del Canal, la obra se ha convertido en una de esas piezas contemporáneas que merecen descubrirse, por su peculiar aportación operística de un clásico de nuestra época, desde que hiciera la música para Paul Schrader en su Mishima, de 1984, si bien la fama le llegaría en los 90, cuando el Metropolitan Opera de Nueva York le encargó The Voyage, con la que se inauguró la Expo' 98 de Lisboa. 

Orfeo, hijo de Apolo y la musa Calíope, era capaz de calmar a las fieras con su lira y hacía descansar a las almas con su poesía. Enamorado de Eurídice, cuando esta murió, fue a buscarla al otro mundo y adormeció al Cancerbero para rescatarla, pero con la condición de que no se diese la vuelta para mirarla, lo que, sin querer, hizo y ella desapareció. Orfeo es el mito de un músico heroico, pero también, como en esta interpretación, del poeta. 

Con citas a otras óperas clásicas, como la de Gluck, muestra al poeta que, harto del éxito, busca otros mundos. Casado con Eurídice, cuando ya está embarazada, renuncia a la vida pacífica del hogar y se enamora de la Muerte, que como bella y joven princesa se le aparece.

Orfeo o la muerteOrfeo o la muerteAlgunos tópicos modernos sobre el genio artístico emergen en el libreto: «Ningún exceso es ridículo»... «Acepte sus sueños»... En esa exageración romántica que considera la fantasía superior a la realidad, un refugio que llega a proclamar: «Un poeta es más que un hombre» y eso le permitiría estar más allá de las normas, incluso en lo moral: «Es un genio y todos los genios son caprichosos». Mirada que es como una misión hacia el futuro, herencia de la Ilustración y que tan bien describe Kandinsky en De lo espiritual en el arte; «El verdadero poeta ha de adelantarse a su época» y por eso no le comprenden, pues «no puede vivir de lleno su época». La exigencia es heroica: «La muerte de un poeta ha de ser para hacerle inmortal».

Aunque ocurre buena parte en los infiernos, también proclaman: «El amor conmueve todos los mundos», y es que hasta en el Hades, la Muerte se enamora de Orfeo.

Dos actos que, por el desarrollo instrumental, parecen uno, en un continuo que la orquesta muestra como composición lograda, más clara y fácil de asimilar, con un universo de sugerencias, donde se susurra el silencio profundo, más allá del espacio y el tiempo. 

Sencillez

La orquesta, excelente, dirigida por Jordi Francés, al principio devora las voces, pero se crecen en ese primer reparto, como la soprano Sylvia Schwartz (Eurídice), que destaca limpia, clara en su voz. Edward Nelson (Orfeo), con adecuado timbre, resulta elegante en su interpretación y la princesa-muerte, María Rey-Joly, funciona, pese a su vestuario algo ridículo. De los bajos destaca David Sánchez como juez, y hermoso el modo de cantar de Atxalandabaso como Heurtebise. Sin embargo, el conjunto vocal no es lo mejor de Glass, que triunfa en el manejo instrumental, sobre todo, en las cuerdas.

Más fotos:

Orfeo o la muerte
Orfeo o la muerte
Orfeo o la muerte
Orfeo o la muerte

La escena nada tiene que ver con Cocteau, con un escenario decorado por unas pantallas que oscilan con luces o vídeos que resultan a veces molestos. Simple el vestuario, sencilla la interpretación... Sin embargo, música interesante. Buen comienzo para los amantes de la ópera, viva en nuestro tiempo.