Carmen Quintanilla Buey, entre el cielo y el infierno

Fernando Pastor
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/ Cerrato insólito

Carmen Quintanilla Buey, entre el cielo y el infierno - Foto: scar Navarro

Los apellidos Quintanilla Buey evocan una saga de literatos palentinos con origen cerrateño, de Magaz de Pisuerga, localidad en la que tiene una plaza dedicada su tío, Eusterio Buey, también un gran escritor.

Andrés Quintanilla Buey fue director de la revista literaria Sarmiento, a la que estuvo vinculado también su hermano Pedro. Este escribió asimismo en la revista San Juan de Baños, y en su vasta creación literaria obtuvo importantes premios, tanto en poesía como en cuentos, destacando el premio Antonio Machado en 1982 (certamen en el que quedó además finalista en otras tres ocasiones), el premio Gabriel Miró, la medalla de Bronce otorgada por el Círculo de Poetas y Escritores Iberoamericanos de Nueva York,  o los numerosos galardones en diferentes provincias e instituciones.

Otro hermano, Emilio, recaló por motivos laborales en Zaragoza, donde se dedicó a la creación literaria, en diversos géneros, obteniendo una treintena de galardones y siendo vicepresidente de la Asociación Aragonesa de Escritores, miembro de la directiva de la Asociación Aragonesa de Amigos del Libro, vicepresidente del Club Cultural 33… colaborando en publicaciones poéticas, participando en recitales creando audiovisuales, etc.

Carmen Quintanilla Buey, entre el cielo y el infiernoCarmen Quintanilla Buey, entre el cielo y el infierno - Foto: Oscar NavarroCarmen Quintanilla Buey, al igual que su hermano Emilio, no nació en Magaz sino en Juneda, un pueblecito de Lleida, debido a que su padre, ferroviario, había sido destinado temporalmente a esta localidad catalana. Pero pronto regresaron, y en Magaz tuvo Carmen sus vivencias de infancia.

Cuando nació uno de sus hermanos sus padres le dijeron que le había traído la cigüeña de París. Ella respondió que no podía ser, pues había estado toda la mañana mirando por la ventana y había visto que la cigüeña no se había movido del campanario de la iglesia, dando de comer a sus crías, así que como para haber ido nada menos que a París y volver cargada. Sus progenitores salieron del paso indicando que «es que ha sido la cigüeña de otro pueblo». No se quedó muy convencida, y días después su amiga Marcelina le aclaró de dónde vienen los bebés: «No les trae la cigüeña, les trae un duende y les deja debajo de las berzas». Por ello, las dos amigas decidieron ir al huerto que tenía la familia de Marcelina a inspeccionar debajo de unas berzas grandes, de las llamadas de asa de cántaro, para comprobar si había algún niño debajo. Lo que se encontraron fueron lombrices, una lagartija y dos topillos.

Carmen pensaba que morirse no era una cosa que le fuera a pasar a todo el mundo, sino solamente a quien tuviera la mala suerte de pasarle. Pero un día llegó a Magaz un primo de su amiga Marcelina, al que llamaban Ratita, y les puso al corriente de que todos tarde o temprano hemos de morir. Carmen pasó unos días horrorosos con esta revelación: no se centraba en la escuela, no dormía y apenas comía. Tuvieron que decirle que existía un cielo y un infierno y que tras morir cada uno iría donde le correspondiera según sus méritos. Que en el cielo se estaba estupendamente, se flotaba entre las nubes, había angelitos tocando música celestial con una flauta, estaba Dios sonriendo y atusando el pelo a los niños, y la Virgen preparando la comida del Niño Jesús mientras este jugaba al escondite entre estrellas y luceros. 

Carmen Quintanilla Buey, entre el cielo y el infiernoCarmen Quintanilla Buey, entre el cielo y el infiernoAnte esta perspectiva, un día que en el colegio la maestra la riñó y que además tenía de almuerzo una naranja muy ácida, pensó que le convenía más morirse ya mismo para poder ir al cielo, y a punto estuvo de tirarse por un barranco, a ver si así se moría, iba al cielo y la Virgen del Carmen le preparaba meriendas ricas a base de tocinitos de cielo, huesos de santo, yemas de Santa Teresa, pastelitos gloria... Pero cuando se iba a tirar, entre el instinto de supervivencia y que llegó su amiga Marcelina, no lo hizo. Además pensó que también existía la posibilidad de ir al infierno, ya que había contestado a su madre «no me da la gana», había dicho a su hermano «vete a la mierda» y le gustaba Ratita, siendo pecado mortal que a las niñas pequeñas les gustaran los niños. Y claro, si iba al infierno, allí se pasaba fatal; los demonios la pincharían con sus horcas y ardería en el fuego eterno.

Con todos esos pensamientos estaba cuando fue a confesar para hacer la primera comunión, hasta el punto de que el cura le dijo «me vas a volver loco, me metes en unos callejones sin salida y no sé qué responderte, te temo más que al obispo».

Carmen, que ha sido bibliotecaria en Venta de Baños, donde vive, tiene decenas de premios literarios por las poesías que escribe. Ganó el Premio Comarcal de Poesía del Cerrato en 2009, el premio Mujeres de Plata y galardones en diversas provincias.

 Ha escrito un libro, Sonetos pardillos, contando en verso aspectos de Magaz de Pisuerga.