Editorial

Vivir de espaldas al río o integrarlo pese a las dificultades

Diario Palentino
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Los grandes planes urbanísticos no son sencillos ni están exentos de críticas y polémica

Ninguna población que se precie, sea mayor o menor su tamaño, debería vivir de espaldas al río, sobre todo si este la atraviesa de parte a parte y acaba vertebrándola, aunque en esa división sea una parte la dominante y otra la condenada a quedar siempre al otro lado. Palencia ha bebido del Carrión, ha lavado en el Carrión y sus industrias, sus huertas, sus granjas, sus molinos y sus fuentes se han surtido del Carrión, sin que eso conllevara nunca, o casi nunca, la obligación política y urbanística o, cuando menos, moral de premiar la se4rvidumbre con una integración verdadera.

Claro que los vecinos conocían -y conocen- su río, los espacios naturales que ha creado, las zonas de baño, de práctica deportiva y de paseo, pero no ha sido hasta finales del XX y más intensa y decididamente en lo que llevamos del XXI  cuando se ha hablado de su integración en la trama urbana. La relación entre Palencia y el Carrión se ha transformado desde aquellas necesidades industriales hasta las actuales de disfrute y de ocio, pasando por las urbanísticas de desarrollo de viviendas y dotaciones. Ha desaparecido el carácter hortofrutícola de la margen derecha, pero ha aumentado el peso residencial y de servicios, tanto en lo relativo al barrio de Allende el Río, por una parte, como en lo que se refiere a dotaciones sanitarias y sociosanitarias, además de las recreativas y deportivas.

Lo que ha ocurrido, y sigue ocurriendo ahora mismo, en el tema del río es algo parecido a lo de la integración del ferrocarril, que es el otro gran eje vertebrador de la ciudad. Este creció durante muchas décadas entre esas dos grandes líneas paralelas, hasta que se hizo necesario saltarlas para dar espacio a la población y al desarrollo industrial y ahí llegó el problema: construir más puentes y pasarelas para permeabilizar el paso y lograr una mayor unión entre las distintas zonas creadas o, en el caso de las vías, soterrarlas para dejar unos y otros barrios a la misma altura y perfectamente integrados. En el caso del río, la solución ha pasado por mejorar los puentes y la comunicación existente y por mejorar el estado e incrementar las dotaciones recreativas y de ocio de ambas márgenes. Los grandes proyectos tendentes a eliminar las barreras en la medida de lo posible no son nunca ni fáciles ni baratos, de forma que todo apunta a que el soterramiento acabará siendo un deseo o un tema recurrente de conversación, y a que las intervenciones más ambiciosas en las riberas del río se irán acometiendo lenta y paulatinamente, en fases y mediante acciones más reducidas y concretas.

Por el momento, en esta integración del cauce fluvial se han acometido inversiones de 8 millones de euros entre 2002 y 2007 y el Ayuntamiento planea destinar otros 3,5, pero como en todo gran plan de ciudad y más si toca el medio ambiente y se propone ser sostenible, la polémica está servida. Y es que no resulta fácil convivir con el río en condiciones óptimas, pero hay que intentarlo porque no tiene sentido seguir de espaldas a él