Víctor Corcoba

Algo más que palabras

Víctor Corcoba


Espíritu olímpico

15/02/2022

La gran noticia está ahí, en esos Juegos Olímpicos de Pequín, que durante este mes van a convertir a la capital china en un entorno de hospitalidad y entusiasmo. Personalmente, me gusta que la humanidad active el espíritu deportivo, con su ambiente competitivo sano, pero vertiendo sonrisas y sembrando fortalezas, que es lo que realmente nos universaliza y concilia. Desde luego, hay que impulsar este tipo de eventos que nos rejuvenecen el cuerpo, mientras nos hacen vibrar interiormente, con el robustecimiento de las grandezas morales, llevando a la sociedad el impulso del sacrificio, de la resistencia, el tesón y la disciplina. Desde luego, la práctica del ejercicio competitivo, en todas sus manifestaciones atléticas, es un instrumento más de elevación, de educación de la mente y de aprendizaje interno de uno mismo. 
Deberíamos, por consiguiente, engrandecer esa antorcha que nos hermana, mediante el respeto mutuo y la comprensión de sus participantes, encarnando valores de juego limpio y solidaridad, más allá del ansia de competir. Rivalizar no está reñido con el vínculo inherente y natural del civismo deportivo, que ha de estar en disposición siempre de confraternizarse, en la propia cancha de recreación. En lugar de enemistarse unos con otros, hay que hacer equipo, y hasta con el contrincante hemos de mostrar consideración. El triunfo radica en superar las diferencias y en hallar el camino de la concordia; tantas veces revalidado por la visión del Comité Olímpico Internacional, afanado en construir un mundo mejor a través del deporte. 
En efecto, si la llama olímpica representa una gran oportunidad para los participantes y un gran privilegio para todos los humanos, necesitamos hoy más que nunca de otros tonos y timbres más humildes, como hacen esos auténticos gimnastas, aceptando la victoria con modestia y la derrota con afán de superación. Teniendo esto en cuenta, hemos de reconocer que el deporte tiene el poder de transformarnos, de unir a la gente y derribar muros raciales, hasta forjar otro talante, y hacer realidad un antiguo refrán chino que dice «una persona realmente sabia ve a todo el mundo como una familia».