El consumo de ansiolíticos se dispara un 12% en 2021

Jesús Hoyos
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El jefe de psiquiatría del Caupa, Francisco Ruiz, lo achaca a un nivel de estrés mayor que en 2020. Alerta, además, de la aparición de patologías relacionadas con el Covid

El consumo de ansiolíticos se dispara un 12% en 2021 - Foto: Sara Muniosguren

En los últimos años ya se había observado una tendencia ascendente en el consumo de psicofármacos (ansiolíticos, sedantes, antipsicóticos y antidepresivos) por parte de la población, pero este incremento ha continuado y aumentado desde el inicio de la pandemia provocada por el Covid-19.

En el primer semestre de este año, el consumo de ansiolíticos en la provincia ha sido superior al resto de psicofármacos y se ha disparado un 12% respecto al mismo período del año pasado. Una cifra sorprendente si se tiene en cuenta que en todo 2020 ya se prescribió un 6% más que el año anterior, según datos de la Consejería de Sanidad de la Junta.

La explicación no es sencilla, pero el jefe de psiquiatría del Complejo Asistencial Universitario de Palencia (Caupa), Francisco Ruiz, arroja algo de luz al respecto. «Parece posible que durante estos primeros meses, la población haya percibido el impacto de la pandemia con un mayor nivel de estrés frente al primer semestre de 2020», explica. «Algunos datos apuntan a este mayor sufrimiento psicológico, como un volumen de consultas ambulatorias y de urgencias de salud mental que ha aumentado en este período y que es superior al del año pasado», señala.

En contra de lo que se podría suponer, los primeros momentos de la pandemia y del confinamiento «no se acompañaron de signos que pudieran darnos a entender un empeoramiento de la salud mental de los palentinos. Curiosamente, las urgencias psiquiátricas y las consultas ambulatorias disminuyeron pese a que siempre se mantuvieron las atenciones telefónicas y los pacientes no tenían que desplazarse al hospital», añade Ruiz.

Esto se debe, a su juicio, a lo que clínicamente se denomina ansiedad y depresión reactivas. Es decir, la persona entiende que la tristeza y ansiedad relacionadas con la pérdida de familiares, el distanciamiento social o los problemas laborales generados al inicio de la pandemia, son atribuibles a la gravedad de las circunstancias y persiste en el sujeto una sensación de provisionalidad y expectativa de resolución cuando la situación mejore.

Y es que el organismo y la mente humana están preparados para soportar mejor el estrés agudo que el crónico a través de mecanismos internos de compensación que permiten mantener un equilibrio psíquico. Ruiz comenta que, «de alguna manera, la resiliencia, es decir, la capacidad del sujeto de adaptarse a situaciones adversas, habitualmente es mayor en las fases agudas que en las crónicas». A veces, la clínica psiquiátrica aparece meses después del impacto, como en el caso del trastorno por estrés postraumático.

Frente a ello se diferencia la ansiedad y depresión endógenas, con hechos que el paciente percibe como injustificados y persistentes y que, con frecuencia, se ven acompañados de trastornos psiquiátricos más graves.

«Lo que más ansiedad y más sintomatología ha generado ha sido el hecho de que, en un momento determinado, había una expectativa de mejora y, de repente, una nueva ola desencadenaba una nueva situación de estrés. Este tren de olas ha provocado una incertidumbre, una falta de expectativa y un aumento de síntomas que nos ha llevado, en último término, a recibir más solicitudes de consultas y urgencias durante los meses de 2021 que en el resto del año 2020», explica el jefe de psiquiatría del Caupa, aunque aclara que no existe evidencia científica clara que vincule el consumo de psicofármacos y las fluctuaciones pandémicas.

De hecho, asegura que le sorprendió la resiliencia con la que la gente respondió durante la primera fase. Opina que ha sido después, durante el desconfinamiento del segundo semestre, cuando la liberalización afloró problemas y síntomas que permanecían ocultos ya que, durante la fase dura, las preocupaciones eran «lógicas y asumibles» para la población.

Por otro lado, Ruiz señala que cada vez existen «menos reticencias en la población a acudir a consultas de salud mental». Detalla que tienen un muy elevado número de casos nuevos en torno a la infancia y adolescencia, siendo los varones el sexo predominante en este grupo de años.

En las edades medias de la vida, además de las revisiones, también se ha detectado un aumento en el número de casos nuevos. En este grupo predominan las mujeres. Es algo que ocurre en todos los países y existen varias teorías al respecto, explica Ruiz. «Una de ellas dice que las mujeres son menos reticentes a acudir a un especialista de salud mental para relatar sus problemas, mientras que los hombres tienen menos predisposición», interpreta. Eso sí, los hombres, cuando acuden, «ya presentan problemas evolucionados y más graves», indica.

El coronavirus ha afectado sobremanera a los nuevos proyectos de desarrollo de la salud mental que tenían planeados, y que «se están aplazando hasta la resolución de la pandemia», avisa.

«Una vez mejorada la situación, tendremos que afrontar el reto de abordar los problemas de salud mental relacionados con la pérdida de seres queridos o la afectación psiquiátrica de aquellos pacientes que han sufrido el Covid», avanza. 

Alerta de que hay un porcentaje importante de patologías psiquiátricas nuevas relacionadas con pacientes que han padecido la enfermedad, independientemente de su gravedad y aunque su impacto físico no haya sido excesivamente elevado. Según sus datos, hasta un 20% de los contagiados presentará un trastorno psiquiátrico en los tres meses siguientes a la infección.

Atención Primaria. Por último, Ruiz defiende que la función de la Atención Primaria en el área de la salud mental es «fundamental». «La demanda de consultas es tal que el papel de estos médicos es muy importante ya que abordan muchos casos en el día a día de sus consultas», añade.

El psiquiatra declara que los profesionales de la Atención Primaria «tienen la ventaja de la proximidad, de que conocen muy bien a sus pacientes y detectan sus cambios clínicos más fácilmente porque están muy acostumbrados a verles».

Su forma de trabajo les permite, además, tener un conocimiento global no solo del paciente sino de su entorno familiar. «Son elementos fundamentales que hacen que muchas veces los médicos de la Atención Primaria traten exitosamente problemas de la salud mental», señala.

Además, Ruiz considera que estos médicos utilizan «bien» los psicofármacos y no cree que haya un abuso en su prescripción. «De hecho, muchas veces el freno viene por parte de la población, que tiene miedo a iniciar los tratamientos y, en ocasiones, los abandona precozmente antes de que pase el tiempo suficiente como para evitar una recaída. Otras, por miedo a efectos secundarios o desarrollar una dependencia a ellos», aclara.

Ante ese repunte en el número de demandas de consultas ambulatorias, que «son la base del tratamiento de la salud mental»; y de personas con problemas psiquiátricos que «buscan aliviarlos», tanto la Atención Primaria como la especializada «jugarán su propio papel en el futuro próximo», concluye.