Carmen Arroyo

La Quinta

Carmen Arroyo


Nuestros superhéroes

09/09/2021

142 deportistas españoles han participado en las Olimpiadas Paralímpicas 2020, desde el 24 de agosto al 5 de septiembre, en Tokio. Los atletas se habían preparado con esfuerzo, superado solamente con la ilusión que unía a todos ellos y bajo la mirada atenta, el trabajo, la dedicación y el cariño de sus entrenadores, que apostaron por ellos. La esperanza, bien guardada en sus corazones. Sus ganas de batir marcas, superar la prueba, conseguir una medalla, podía leerse en la emoción contenida en sus miradas cuando la cámara enfocaba, con precisión,  ojos y  rostro, en los segundos que precedían al comienzo de cada modalidad. Lo hicieron estupendamente. Y el resultado fue que el medallero de muchos de ellos sufrió, para bien, cambios importantes. Algunos batieron sus marcas anteriores. Seguí por televisión el triunfo de varios participantes. Confieso que no los conocía salvo por esas imágenes que nos mostraban su intento de no quedarse atrás, y me admiró comprobar cuán valientes son y cómo su fuerza de voluntad venció cualquier obstáculo durante su largo y sacrificado tiempo, años de preparación para llegar a una gran meta: participar en la Olimpiada. 
Y les hubiera dado un premio especial por su gran ejemplo. Personas con mil posibilidades a su alcance, tanto intelectuales como físicas o económicas, no son capaces de esfuerzo alguno y pasan la vida vegetando. La verdad es que solamente podría hablar de la capacidad de sacrificio y fuerza de voluntad de Teresa Perales Arroyo, cuyo padre, ya fallecido, Luis, fue padrino de boda de mi hermana y yo acompañé la ceremonia como madrina. Los padres, de Acebo, mi pueblo, emigraron a Zaragoza. Tenía poca edad cuando comenzó a hacerle frente a la enfermedad que dejó sus piernas sin fuerza. Para mí, Teresa es, ante todo, una tenaz luchadora. Es la nadadora con más medallas y Premio Príncipe de Asturias de Deportes, este año. Tampoco de Tokio se vino de vacío y se trajo una medalla de plata.
Las discapacidades de estos atletas: intelectuales, físicas  o visuales, su modo de luchar para llegar a lo más alto, deberían hacernos recapacitar ante tanto grito de pasión en deportes bien pagados, que convierten a los jugadores en seres endiosados. Quienes los aman se insultan e, incluso, llegan a las manos. Sinceramente, creo que el deporte es otra cosa. Admirar, reconocer a quienes pasan más desapercibidos porque sus caras no aparecen en camisetas que son vendidas a precios exorbitantes, es de justicia. Así de simple.